jueves, septiembre 4, 2025
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No hay perspectiva de género en la Educación

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Erika Paredes articulista La Disputa

En Ecuador, tenemos una Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra la Mujer. Esta ley, en su Artículo 41, expone una serie de medidas para dicha prevención. Entre ellas se encuentra: “Implementar un Programa Nacional de transversalización del Enfoque de Género en la malla curricular de todos los niveles del sistema de educación formal y no formal, intercultural y bilingüe”. Pero todavía no se han ejecutado políticas públicas o programas eficaces al respecto. El 19 de julio de 2018, Lenin Moreno reformó la ley con el decreto 460, que eliminaba los términos “transversalización de enfoque de género”, “nuevas masculinidades” y “mujeres en su diversidad”.

La eliminación del concepto “transversalización” implica ignorar el carácter igualitario de las denuncias y las apreciaciones de hombres y mujeres en la gestión política. En cambio, al eliminar el concepto “nuevas masculinidades”, implica qué, los roles de género del sistema heteronormativo machista y sexista continúen reproduciéndose. La Ley ni siquiera trata temas de violencia contra personas de diferente orientación sexual o identidad de género. Aún así el movimiento social “Con mis hijos no te metas”, el Frente Nacional por la Familia y otros grupos conservadores argumentan que la educación con perspectiva de género responde a una ideología de género.

Pero, la ideología de género solo existe en el imaginario social de estas personas. Según el filósofo marxista francés Louis Althusser, la ideología está constituida por una parte abstracta e imaginaria (ideas, opiniones, creencias) y una parte material. En esta parte material están los aparatos ideológicos (escuela, familia, medios de comunicación, las Bellas Artes, religión), en los que el enfoque de género apenas ha podido calar un poco, al contrario de otras (que sí son) ideologías como la patriarcal, que irrumpen descaradamente en los ámbitos políticos, familiares, educativos y privados de la sociedad.

Además, si hablamos de este tema, sería importante responder: ¿Qué ámbito de la educción en nuestro país no está trastocado por alguna imposición ideológica? Desde que iniciamos la escuela, ciertos parámetros de comportamiento, rendimiento y conocimiento nos indican qué es bueno y valioso aprender y qué no. En Ecuador, los componentes ideológicos más influyentes del sistema educativo actual vienen del Cristianismo Fundamentalista, el Liberalismo y el Conservadurismo.

La perspectiva de género en la educación no solo significa incluir en las lecturas y en los discursos el término “niños/niñas”, sino que busca la igualdad de condiciones y la no violencia para las mujeres, los hombres y la comunidad LGBTI en los espacios laborales y educativos, las vías y el transporte público, en las convivencias familiares y las relaciones íntimo-personales. Esta perspectiva ofrece la información y defiende los derechos que el sistema heteronormativo quiso (y quiere) destruir para fomentar la ignorancia, el subdesarrollo y la sumisión social. Si todo esto responde a una “ideología de género”, entonces yo le entro.

Esto no lo saben reconocer los fundamentalistas, fanáticos y conservadores, ¿y cómo podrían? Si viven en la desinformación y en realidades sesgadas y atacan a la mal llamada “ideología de género”. Y aquellos que sí lo reconocen, se niegan a aceptarlo públicamente. Estos últimos son aquellos que defienden las estructuras dominantes y que ven, con pánico, cómo las luchas y los pensamientos feministas y alternativos consumen su poder. Son aquellos que recortaron el presupuesto a la Educación Superior, pero cuyo gobierno registra una mayor cantidad de alertas y denuncias de violencia intrafamiliar y de género durante una pandemia mundial ¿Ya ven?, ¿cómo podría sobrevivir, o siquiera incorporarse, la perspectiva de género en la educación en un mundo así?

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

Tatiana o el aroma de otoño

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Edu Guanoluisa escritor de la Disputa

Aroma

Tatiana caminaba frente a mí –o eso es lo que yo pensaba–. Aquella chica guardaba un parecido asombroso con la imagen de Tatiana que, en ese momento, se proyectaba en mi cabeza. Su figura, el vestido amarillo incandescente y la chaqueta negra, su paso decidido y la cabeza ligeramente inclinada por el peso de mil pensamientos, todo coincidía. Con la luz correcta, inclusive el cabello tomaba esa coloración castaña característica. El viento lo hacía revolotear como un ser aéreo independiente, que planea y hechiza, incrementando la ilusión de que aquella era la verdadera Tatiana. Podría decir, entonces, que tenía mucho de ella; es más, casi llegaba a ser Tatiana pura.

La seguí por un par de calles, convenciéndome cada vez más de que, si la alcanzaba, miraría el rostro mismo de Tatiana. Pero no lo hice; quería seguir envuelto en ese sortilegio de incertidumbre que aquel doppelgänger conjuraba. Me empeciné en ir tras ella, a pesar de toda imposibilidad espacio-temporal, puesto que Tatiana, la verdadera, se encontraría trabajando a cientos de kilómetros del epicentro del temblor en mis piernas y no regresaría hasta el mes siguiente.

Fue entonces cuando una ventisca me acercó su aroma, flotando en un cielo triste de azul intenso. Y vino como si fuese una nube que anuncia tormenta, como un gato negro atravesándose en el camino, como un rayo de lucidez que desvanece todas las ilusiones. Aquella esencia, más cítrica que amaderada, más de joven efímera que de mujer perpetua, no pertenecía al revestimiento propio de Tatiana. No se trataba de un perfume en particular, sino de su fragancia corporal. Y es que el aroma de Tatiana recordaba al otoño, con sus hojas marchitas sobre la tierra húmeda. Y es que el aroma de Tatiana también tiene sonido: el de las hojas marchitas pisadas sobre la tierra húmeda.

Me di la vuelta y corrí.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

Elegimos lo que ya está elegido

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Francisco Benalcázar Editorial
Francisco Benalcázar editorialista de La Disputa

Lucha de Clases

Entre la pandemia, la corrupción, el Tik Tok, y la crisis prolongada, los habitantes de los micromundos ubicados dentro del territorio que conocemos como Ecuador vuelven a un proceso electoral, donde cabe hacerse la pregunta ¿Qué eligen los ecuatorianos en estas elecciones? Pregunta simple y a la vez compleja, en medida de como se la problematice. Para el análisis, es necesario separar la política en lo coyuntural mediático: referente a la dinámica electoral y lo político: como las estructuras que sostienen a la sociedad y al Estado de forma endógena y exógena, y la articulación dentro del sistema mundo.

Medios y Hegemonía

El debate mediático ha posicionado en los últimos 14 años, un sin número de lugares comunes y una polarización maniquea: correismo vs anticorreismo, por ejemplo: “Correa es izquierda, es comunista, ayuda a los pobres, estado fuerte, progesismo, etc.”, contraponiéndose a “Lasso es Nebot, es empresa, es banca, es FMI, etc.”. La creación de dichos lugares es el resultado de la acción hegemónica del Estado Capitalista y sus aparatos ideológicos, dónde, las clases que detentan el poder político como estrategia, lo gestionan a través de las alturas de la burocracia (tecnocracia) pública o privada. Este debate vacío como un mecanismo hegemónico, tiene como objetivo: degradar el concepto de “Lucha de clases” a una vulgata superficial de una “Lucha de frases”, como efecto, secuestra la profundidad de los intereses de los distintos grupos sociales, principalmente de las clases populares, entendiéndose la lucha como concepto que pone en disputa los intereses de cada clase social de forma autónoma.

A todo esto, es importante que reflexionemos ante las siguientes interrogantes: ¿Esto en qué me afecta? ¿Por quién hay que votar?

Capitalismo y Dependencia

El presente análisis parte desde lo subalterno a la autonomía, es decir en términos coloquiales como mejorar las condiciones de las clases populares desde lo económico, político e ideológico para las condiciones actuales y futuras, considerando la dialéctica compleja que lleva este proceso.

En América Latina no se puede hablar de la crítica “al Capitalismo” sino a los capitalismos, con sus estructuras de clase y sus patrones culturales propios, la coexistencia con otros modos de producción y como se reflejan los interés y posiciones respecto a los mismos. En términos generales, en Ecuador el capitalismo predominante es el de materias primas – agroexportador, basado en los últimos 50 años en el rentismo petrolero.

En términos económicos bajo una lectura crítica, el Ecuador vive en una dependencia económica desde antes de ser “república independiente”, las recetas de industrialización proporcionadas por la CEPAL tanto en los años 70, como en el periodo que está finalizando no han dado resultados, simplemente, se han modernizado ciertas infraestructuras con sobreprecios, pero nuestra capacidad de producir manufacturas ha disminuido. En los últimos 14 años con un costo de barril alto (de 100 dólares en las mejores épocas), el país no se dedicó a producir, más bien a importar. El correismo construyó una sociedad de consumidores “al estilo norteamericano”, pero con una producción del tercer mundo. Para sostener ese mundo ficticio, hemos tenido que adquirir una deuda por más de 60000 millones de dólares en términos generales, principalmente, para sostener el porcentaje de acumulación de oligarquías y burguesías endógenas y el nivel de consumo de una pequeña burguesía ficticia en ascenso (sectores medios) y profesionales de empresas proveedoras del estado principalmente.

Con este antecedente, caben los cuestionamientos ¿Cuáles clases sociales son responsables del alto endeudamiento en términos monetarios?, ¿De qué forma se invirtieron esos recursos?, y en lo que nos concierne ¿Cómo se reflejó eso en términos cuantitativos a los sectores de los obreros y otras clases populares? Y sobre todo un análisis del problema de la administración del IESS y su descapitalización a través de estos 14 años.

Lucha de clases vs. Lucha de frases

El modelo vigente engloba la estatización, no solo como estructura sino también como una transversalidad de la sociedad civil, donde la tecnocracia (como resultado del desplazamiento de la ideología del estado capitalista hacia la región económica) impregna al todo social los valores como eficientismo, el cálculo cuantitativo y en general el dataismo.  Estas estructuras configuran la versión ordenada de lo que algunos de nuestros genios mal llamaron “neoliberalismo”, y bajo este paradigma, centraron el debate en otro lugar común “lo público vs. lo privado”, enmascarando con esto, los beneficios a las alturas de la burocracia a la que ellos como agentes pertenecen, con las actividades de la reproducción social manejadas por el Estado como son salud, educación, seguridad, etc…

En esta acción hegemónica del estado capitalista contemporáneo, se posicionó el discurso de que Rafael Correa era socialista; bueno, socialismos hay como decimos en Ecuador “como en botica”, es decir varios y con diferentes posturas. Pero en términos críticos en lo Económico, la propiedad de los medios de producción en este caso: “la distribución de la tierra, la propiedad de los bancos, la baja producción industrial, incluso el control de las importaciones, y de la agro exportación”, tanto antes del gobierno de Rafael Correa, como durante y en el momento actual estuvieron en manos de los mismos propietarios: la oligarquía agroexportadora , los importadores afincados en Guayaquil, sectores industriales del mercado interno y servicios asentados una parte mayoritaria en Quito , otros en Guayaquil, Cuenca y en menor medida Ambato y Manta. Para estar cercano al pensamiento crítico, va más allá de “las camisetas del Che Guevara y las canciones de Silvio Rodríguez”.

Los Estados Latinoamericanos en general en lo político han estado en la disputa entre un modelo oligárquico y un estado liberal republicano moderno con sus matices, una de las promesas no cumplidas estos años era precisamente ir a un estado ordenado que privilegie los derechos tanto individuales como colectivos, incluso, que sirva para una supuesta democratización de las acciones jurídico políticas del mismo, por el contrario, se convirtió en la cooptación o división  de las organizaciones de la sociedad civil a través de los aparatos de Estado y la criminalización de la protesta social, tanto es que la persecución a los sectores populares en el correismo y el morenismo fue parte de la política de Estado, uno de los recientes hechos en la memoria colectiva son las jornadas del paro de octubre de 2019. ¿Fue un fracaso para los sectores populares el apoyo a la Constituyente del 2008?

La sociedad ecuatoriana tiene rezagos ideológicos coloniales que conforman estamentos y categorías dentro de las clases donde se manifiestan características etnográficas fenotípicas que construyen estereotipos como efectos de la división social del trabajo que se manifiestan como prácticas, donde principalmente las clase obrera, sectores de la subalternabilidad de la pequeña burguesía asalariada urbana (cajeros, mensajeros secretarias menores, cargos bajos), pequeños campesinos y el gran subproletariado (clase social lejana a la relación de explotación asalariada) que como concepto va más allá de la visión del “ejército de reserva”,  que vive en las urbes son conformados por lo indígena y la negritud en las generalidades, donde el acceso a empleo, educación, créditos y demás servicios públicos o privados depende de la forma aristocrática de cómo las personas se articulen en las instituciones formales e informales.

El racismo en Ecuador de forma particular está institucionalizado desde sus comienzos. A través de las luchas, los pueblos originarios principalmente han logrado en el papel por lo menos el reconocimiento del Estado Plurinacional, que, en términos prácticos, no se cumple. En la cotidianidad de la sociedad ecuatoriana, el mundo indígena o los pueblos negros han sido segregados al folklorismo de la cultura, o a las prácticas deportivas, pero de ninguna manera se ha pensado en el dialogo de saberes y la construcción de instituciones de la producción y la cultura que generen mejores condiciones de vida en sus comunidades y territorios. De ahí el problema generado en el gobierno de Rafael Correa con la educación Intercultural vs. escuelas y colegios del Milenio, o el desastre de los centros de alto rendimiento, que, por el contrario, en la división del trabajo, no permiten que cambien las condiciones de existencia de esos pueblos a diferencia de sistemas industriales, universidades o fuertes sistemas educativos.

Las clases militantes del correismo se desarrollan entre las burocracias públicas y privadas, los comerciantes contratistas proveedores del estado y principalmente los subproletarios que son mayoría en el país, estas se conforman como las clases mantenedoras del Estado, unos por ser asalariados del estado, proveedores de bienes y servicios o ejecutores de la política pública y los otros beneficiarios de estas políticas, son el caldo de cultivo del clientelismo y su versión institucionalizada: “El populismo”. Para los genios de la izquierda agnóstica, los del “fin de la historia”, un proyecto antagonista a la modernidad capitalista no es posible, presentan como alternativa la estrategia populista dirigida al asistencialismo a las clases populares, de eso tuvimos 14 años con el “Nazhi”, fruto de ello un sector de las clases populares débil de pensamiento quedo corrompido, desarticulado por cometer craso error en apoyos al caudillismo conservador.

De esa herencia colonial deviene el problema de confundir la política pública y la religión dentro de la coexistencia de un limitado estado laico y su choque con las nuevas expresiones del género, se limita y persigue desde el Estado los derechos de las compañeras mujeres y las minorías sexuales. Donde la política de Estado ha sido direccionada a la criminalización de un conjunto de derechos principalmente individuales; temas como el aborto por ejemplo en las “sociedades liberales avanzadas” es un tema de salud pública, donde la religión pasó a la esfera privada para la ideología dominante en Ecuador, las mujeres principalmente de las clases populares deben seguir muriendo por practicarse abortos clandestinos.

El bloque en el poder entendido como las clases que articulan la hegemonía tiene dos periodos en los últimos años. El primer periodo determinado principalmente por el boom de las materias primas, este bloque estaba conformado por las clases que no habían sido parte directa de la administración del Estado como lo son: la burguesía industrial de tipo endógena principalmente concentrada en la Sierra, las alturas de la burocracia de donde vienen sus principales cuadros políticos tradicionales y los actuales, la pequeña burguesía en todas sus variantes, bloque que como función tiene articular los intereses de todas las fracciones de la clase dominante. En el periodo correista, estos sectores ganaron y a las clases populares les cayeron las sobras del pastel.

En el segundo periodo ya en crisis, volvió a gobernar cierto sector de la banca, la agro exportación, los importadores y ciertos sectores del comercio, ahí están los grupos como el Juri y Nobis con sus representantes como aliados de Rafael Correa, adicionalmente, sectores de capital transnacional como Odebrech o el grupo del mexicano Slim, entre los más relevantes. Los sectores populares desde 2016 empezaron a soportar el peso de la crisis, a través de las denominadas medidas de ajuste estructural.

 Los Sectores Populares Organizados

La CONAIE Y EL FUT en los últimos 14 años han sido los opositores reales y conceptuales respecto a las políticas correistas. Desde las limitaciones propias, la crisis del pensamiento duro en la sociedad liquida actual y sus errores internos, han abanderado la lucha de sus agendas propias como las de procesos extractivos en sus territorios, así como temas de tipo laboral, amenazados por divisiones de sus organizaciones fraguadas desde el mismo Estado, así como el oportunismo fraguado desde la ideología del individualismo, que de ninguna forma nublan los masivos procesos de lucha a lo largo de estos años. Ahora los temas críticos que atañen a los sectores populares, deben ser una bandera de lucha desde el primer día de posesión del nuevo gobierno: el pago del 40 % de las deudas del estado al IEES, la delimitación de la frontera petrolera, el problema del acceso a la universidad, el freno a las nuevas prospecciones de industrias mineras, incremento del presupuesto de la educación y salud en los distintos niveles.

Ahora sí ¿Por quién mismo votamos?

Dentro del juego político, hay que entender los intereses propios y los intereses de los Otros y como dichos intereses se presentan en la escena política y en la actual coyuntura.

A ustedes estimados lectores que hoy leen este editorial, muchos de ustedes que viven bajo el cliché “del ciudadano de a pie”, a ustedes individuos desclasados y arrojados en el mundo lleno de gran vitalismo, embriagados de positividad, les digo que lamentablemente su voto no sirve de mucho en el momento actual, en medida de que los temas mencionados anteriormente y por ahí otros que se quedan afuera del análisis, ya están decididos en el marco institucional. En resumen, el candidato de la banca y su grupo económico son dueños de una parte del país que los últimos 4 años ha gobernado, colocando a los ministros de Moreno como María Paula Romo, Sebastián Roldan, Richard Martínez, Mauricio Pozo. Lo único que hay rescatar del gobierno actual es que se pudo visibilizar el saqueo del gobierno correista de los 10 años anteriores y del propio gobierno de Lenin Moreno.

Andrés Arauz, por el contrario, fue ministro de todo en el gobierno de Rafael Correa, como sujeto político no representa nada por si solo desde el análisis político. Más allá de ser el títere de Rafael Correa, no plantea algo distinto, sino la continuación del modelo Minero Agroexportador, saqueador de recursos como fueron los últimos 14 años, que fue y es un proceso tiránico que va más allá de la actitud personal del expresidente, que, por el contrario, su carácter represivo deriva de la ideología fáctica propia de la tecnocracia moderna. Guillermo Lasso como clase dominante no necesita ponerse camiseta del Che Guevara o hablar en jerga izquierdista, este candidato parte de una ontología burguesa y la defiende, no necesita mimetizar para ganar los votos, por el contrario, el correismo como parte de la hegemonía del estado capitalista oscila en la propaganda electoral entre Mao Zedong y Von Hayek, pasando por Walter Euken.

Yaku Pérez, más allá de las visiones contrarias que uno le pueda hacer, de forma acertada, recogió el programa de los sectores populares y como parte de ellos, posicionó una agenda que para muchos inocentes cae en el romanticismo ecologista. Si uno analiza este posicionamiento respecto al capital y el patrón de acumulación en Ecuador y América Latina, se observa que existe un programa de avanzada, claro muchos dirán: no hubo jerga izquierdista, no hubo canciones de Intillimani, parecía un Hippie con la Manuela, sí, pero vamos a los conceptos y las posiciones. Cuando se habla de posicionar el fin de la Economía extractiva primario exportadora en el tercer mundo, plantea un viraje profundo  en contra de las clases dominantes nacionales, transnacionales y sus articulaciones, a las unas las obliga a reinventarse y cambiar su forma de acumulación a través de la sobre explotación del trabajo, a las últimas a buscar nuevos mecanismos de expropiación de los países subdesarrollados, obliga a las oligarquías (por lo menos en debate) a transformase en sectores industriales, obliga a debatir la tecnificación del campo, obliga a no depender de las importaciones y promover la soberanía alimentaria, todo esto a base de un proceso de desarrollo, obliga en lo político a transformar las instituciones jurídicas.

Por lo tanto, el nulo es la opción válida, porque en anteriores ocasiones como ahora, sin caer en el infantilismo o peor aún en el nihilismo (revisando la táctica y la estrategia), esta opción es una obligación, en medida que nos reafirma y da legitimidad ante la población no organizada, porque las elecciones en ciertos casos ayudan y en otros como en la actual coyuntura  dividen a las organizaciones sociales a lo interno, pero es importante aclarar que las grandes transformaciones se dan en la lucha de masas en las calles, en la organización popular. Los dos candidatos representan a la clase dominante, los dos han reprimido a los sectores populares en distintos tiempos, los dos han lucrado del Estado en distintos niveles.

Posdata: De la pandemia no me he olvidado, pero más allá del criterio aristocrático y deficiente del manejo de permisos, vacunas, cadáveres, la mamá del ministro, etc, etc, etc. Tanto Andrés Arauz como Guillermo Lasso o el mismo Yaku Pérez (en caso de que hubiera sido elegido) necesariamente le darían prioridad a la compra de vacunas y principalmente a la inoculación de la población, diferirían en los mecanismos, los tiempos y los costos, cualquier gobierno necesita empezar a mover la Economía en términos de consumo, la vacunación es un proceso necesario y general.

La Disputa

Apuesta por la democracia

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Alfredo Espinosa articulista La Disputa

Sociedad, sociedad

Dilapidar lo poco que queda de nuestro imperfecto régimen democrático –caracterizado por instituciones frágiles, tensiones de distinto tipo, procedimientos cuestionables y un Estado poco eficiente– a cambio de “glorificar” al autoritarismo como posible forma de gobierno y solución para estos y otros males, es llevar a modo de leitmotiv electoral el adecentamiento de la delincuencia y el crimen organizado en forma de partido político, cuya visión de “pueblo” –durante una década– ha sido la puesta en escena de una masa hambrienta de dádivas, sin autoestima e indolente ante la corrupción, que busca en el Estado la solución a todos sus problemas, aunque el precio a pagar sea la pérdida inconsciente de sus derechos y libertades individuales. A este tipo en particular de “pueblo” no le importa el latrocinio mientras existan “obras” (aunque están vengan con sobreprecio), “pan y circo”, y, por ende, tampoco el indulto con tufo a impunidad.

Hoy en día, esta masa reivindica su lealtad embebida en la ley de la oferta y la demanda clientelar que oscila entre el “desembolso” de dinero fácil (de procedencia sospechosa), las pruebas COVID (sin registro sanitario) y la incautación de más USD 1.000 millones de todos los ecuatorianos para pagar a los municipios. Promesas que en caso de cumplirse pondrían en peligro el sistema financiero del país. Pareciera entonces que, en medio de su verborrea “izquierdista”, el autoritarismo pretende derrumbar la última trinchera que ha evitado la venezualización del país: la dolarización. ¿Es esto lo que ofrecen sin decoro? ¿El reparto de la miseria? Una cosa es cierta, existe un apetito voraz por el dinero ajeno para despilfarrarlo sin contemplación en nombre del “buen manejo económico” y las promesas de campaña. Esto ya lo vivimos antes cuando metieron la mano en la Seguridad Social dejando de pagar el 40% del aporte del Estado a las pensiones jubilares y, posiblemente, esa misma historia se repita cuando el Banco Central se convierta en la nueva caja chica del gobierno.

Mientras asistimos a este potencial asesinato de la democracia y, consecuentemente, a la utopía de construir un Estado democrático, moderno y con una sociedad fortalecida. Algunos “puristas” miran con beneplácito la mortandad de lo poco que tenemos. Desde sus anquilosados ideologismos analizan los procesos electores y sus resultados –sobre todo el del pasado 7 de febrero– a partir de la perspectiva de un combate entre la izquierda y la derecha, sin percatarse que la disyuntiva por la cual atraviesa el país trasciende este pugilato.

Los problemas de la política, la democracia, el Estado y la sociedad en el Ecuador se enmarcan en el clivaje correísmo versus anti-correísmo, que no es otra cosa más que la pugna entre el autoritarismo y la democracia. Situación que rebasa los análisis sesudos escritos por los fantasmas de los siglos XVIII y XIX.

¿Cómo salir de este binarismo en sus múltiples facetas sin “ensuciarse”? Evitando que la democracia continúe su tropiezo con la misma piedra de hace una década y para ello se requiere reflexionar en que al momento, no existe nada más revolucionario que la defensa de los derechos y las libertades porque sin ellos, toda, absolutamente toda forma de manifestación popular será simplemente criminalizada. ¿Qué eso ya se vivió antes y puede ocurrir con cualquier gobierno? Es cierto. Tan cierto como el hecho de que los promotores de las expresiones en calle no logran recuperarse todavía del embate del autoritarismo, así como tampoco lo ha logrado la democracia en estos cuatro años de transición fallida. Para algunas personas, quizás esto no importe, ya que representa la legitimidad de su purismo ideológico. Pulcritud que se acuña en medio de su masoquismo hacia lo despótico.

La realidad sobrepasa cualquier lectura ideológica que apadrine la nulidad. Este 11 de abril el autoritarismo apuesta a ganar no solo un gobierno, sino su perpetuidad como forma civilizatoria, tal como ocurrió en Venezuela y cuyos resultados incluso los podemos observar ahora en nuestro país. Reivindicar la democracia este 11 de abril, no implica dejar de lado las diferencias ideológicas entre los actores políticos y sociales, mucho menos obviar las atrocidades cometidas por la violencia estatal. Reivindicar la democracia es reconocer y valorar nuestras distinciones, derechos y libertades en sus múltiples facetas.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

Los argumentos no se imponen con violencia

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Natalia Sierra articulista La Disputa

Sociales

La disputa electoral ha llegado a su nivel más enajenante. Los defensores de los liberales y de los progresistas han desviado su violento ataque hacia las organizaciones sociales que han decido por el voto nulo.

Al parecer para los liberales, si gana Arauz y con el vuelve “el infierno correista”, la culpa será de los que votamos nulo. Han perdido la memoria y el principio de realidad. Parece que olvidaron que durante 25 años, los neoliberales que defienden, desvalijaron el mínimo Estado de bienestar, se feriaron las empresas estatales, destruyeron la salud y la educación pública, persiguieron, encarcelaron y asesinaron a los y las disidentes políticas (la última vez en octubre del 2019, 10 asesinados y varios arrebatados el ojo), obligaron a pagar a toda la sociedad la deuda de privados con la sucretización, atracaron cínicamente los ahorros de los depositantes con el feriado bancario, obligaron a miles de ecuatorianos a emigrar, han gobernado para el gran capital exportador-importador y financiero en contra del pueblo, entregaron el país a las corporaciones del capital occidental, han destruido la naturaleza y los territorios, han sido racistas, machistas, explotadores y corruptos, y un largo etcétera que explica por qué la sociedad no los quería más y expulsó consecutivamente a tres de sus gobiernos.

Los sectores de la sociedad que decidimos no votar por los liberales, tenemos memoria y somos conscientes del daño que nos han causado. No somos responsables de que el progresismo haya llegado al gobierno, ni que pueda volver, son ellos y sus políticas antipopulares las responsables del desprecio que les tiene gran parte de la sociedad.

Para los defensores del progresismo, si gana Lasso, la culpa será de las organizaciones que optaron por el voto nulo. Pronto olvidaron que durante 10 años, el gobierno correista aplicó una política sistemática de destrucción de las organizaciones sociales, acabaron con la educación comunitaria indígena, persiguieron, criminalizaron y judicializaron la disidencia política (jóvenes, estudiantes , maestros, campesinos, trabajadores, mujeres, pueblos indígenas, periodistas, los 10 de Luluncoto, Dayuma, el asesinato del Edison Cosios, Freddy Taish, Bosco Wisum, José Tendetza…), ampliaron el extractivismo, destruyeron el medio ambiente y los territorios, despidieron miles de trabajadores, desvalijaron el IESS, saquearon la riqueza social con negocios espurios con las empresas corruptas, fortalecieron los aparatos represivos del Estado y el COIP para control político, ideológico y judicial de la sociedad, transfirieron el capital del petróleo a las corporaciones corruptas de Occidente y Asia, hicieron ganar más a la banca, a las grandes comercializadoras, a las telefónicas, a los importadores y exportadores, fueron racistas, machistas, conservadores, neocoloniales y un largo etcétera que no hemos olvidado.

Los sectores de la sociedad que decidimos no votar por los progresitas, tenemos presente el daño que hicieron a las organizaciones sociales y a la esperanza de millones de personas que creyeron en su proyecto. No somos responsables de que el liberalismo se haya recuperado de su muerte política con el gobierno de Lenin Moreno, que los progresistas patrocinaron con el mismo discurso con el que ahora patrocinan a Arauz.

Hay que salir de la enajenación electoral y comprender que las organizaciones y personas que decidimos votar nulo no somos responsables de los 25 años de catástrofe neoliberal, ni de los 10 años de fraude progresista, ni de los 4 años de desastre morenista, en el que se articularon liberales y progresistas. Tampoco seremos responsables del retorno del progresismo conservador o del liberalismo conservador.

Los que decidan votar por Lasso deben hacerse responsables de su decisión, lo mismo para aquellos que decidan votar por Arauz. Lo que no es correcto es querer que los que deciden votar nulo asuman los proyectos que no apoyan.

La decisión de votar nulo, o no ir a votar es tan legítima, como lo es la decisión del voto por Arauz o Lasso, siempre y cuando se asuman las consecuencias de esa decisión. Lo que no es legítimo es proyectar responsabilidades en otros, o querer con violencia obligar a la otra persona u organización a aceptar argumentos que no logran convencer.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

Información a cambio de muerte

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Karen Gutierrez editorialista La Disputa

Hoy la crisis sanitaria producida por la expansión del virus COVID-19 ha afectado a todo el mundo. La vida de los ecuatorianos dio un giro trascendental el día jueves 12 de marzo de 2020. La cotidianidad no sería la misma por un largo e incierto tiempo. Dar la mano, un beso, un abrazo, son algunas de las muestras de afecto que han quedado en el pasado. Durante los meses de estricto confinamiento, la exposición al virus radicó principalmente en las personas dedicadas al área de la salud, la información (comunicación), la seguridad y la producción alimenticia.

El trabajo periodístico es una constante exposición al peligro, sin embargo, durante la pandemia el riesgo aumentó aún más. Física y psicológicamente, el agotamiento de los periodistas es mayor. Según IJ-NET (Red Internacional de Periodistas) el nuevo informe global realizado por ICFJ “International Center for Journalists” acerca de la salud física y mental de los periodistas, reconoce que los comunicadores se encuentran trabajando en un entorno severamente presionado durante la pandemia, ya sea por el agotamiento laboral trabajando horas extras, los despidos, incluso la constante desinformación en redes.

¿Quién garantiza la seguridad de los periodistas? ¿Los periodistas y comunicadores tienen protección integral por parte del Estado o las empresas a las que pertenecen?

La Ley Orgánica de Comunicación (LOC) establece en el Art- 42.1 la protección a los trabajadores de la comunicación. “El Estado y los medios de comunicación, protegerán a los trabajadores de la comunicación, que por sus actividades profesionales su vida esté en riesgo” entendiendo solamente como actividades de riesgo la “Producción, tráfico, transporte, almacenamiento o comercialización de estupefacientes; Contrabando de mercaderías; Trata de personas; Corrupción”. Es inaceptable como supuestamente se “garantiza” la actividad periodística solamente en determinados casos, omitiendo los desastres naturales, pandemias o similares. La pandemia del virus del COVID-19 es una amenaza constante e incontrolable a la que estamos expuestos diariamente.

 Hay que tener en cuenta que es imposible conocer el estado de la sociedad, del virus o de la pandemia sin acceso a la información. Un comunicado de prensa publicado por la OEA el 19 de marzo de 2020, identificó la preocupación por el constante aumento de contagios por COVID-19, y la necesidad de instar a los gobiernos a garantizar la salud y la vida humana. El comunicado expresa que “La salud humana no sólo depende del fácil acceso a la atención sanitaria. También depende del acceso a información precisa sobre la naturaleza de las amenazas y los medios para protegerse a sí mismo, a su familia y su comunidad. El derecho a la libertad de expresión, que incluye el derecho a buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo”.

Es importante que las y los trabajadores de la comunicación seamos reconocidos con la misma importancia que el personal médico y de salud en general, ya que, jugamos un rol importante en la lucha contra el virus. Somos los encargados de entregar información crítica y verificada a la sociedad. La comunidad periodística ha sido gravemente afectada, la muerte de muchos colegas alrededor del mundo ha incrementado la incertidumbre laboral. Por ejemplo: durante el año 2020 al menos 602 profesionales de la comunicación fallecieron en el mundo a causa de la pandemia, alrededor de 303 solamente en Latinoamérica según la ONG Campaña Emblema de Prensa (PEC) en enero del presente año.

Es en este contexto me pregunto ¿El periodismo transmite información a cambio de muerte?, ¿Cómo debemos actuar los y las comunicadoras en caso de que nuestra integridad se vea afectada por la pandemia, podemos o no confiarnos en las palabras del Estado? Mientras en las leyes se dice proteger a los periodistas en determinados casos, excluyendo la pandemia como riesgo laboral.

La Disputa

La neutralidad de los inmaculados

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Alfredo Espinosa articulista La Disputa

democracia

Los partidos políticos deben salir de su enclaustramiento dogmático, más aún cuando lo que se encuentra en juego en este proceso electoral de segunda vuelta no es únicamente el ascenso de un nuevo gobernante a Carondelet, sino la re-edición del autoritarismo correísta como proyecto político émulo de Chávez y Maduro en el Ecuador.

¿Si los partidos y sus militancias son conscientes de esto, así como el 67,27% de electores que no votó por el candidato de Correa (Andrés Arauz), por qué insistir tozudamente en la neutralidad? ¿Acaso la posible ruptura de la tradición neutral de un partido político puede causar una crisis de identidad ideológica en sus militantes? ¡No! Pero si esto fuera así, el “problema” no se resuelve únicamente con más capacitación, porque esta sin deliberación es un simple adoctrinamiento en lo que sea; tampoco con el reproche a la indisciplina de quienes quizás, con el afán de establecer acuerdos (no componendas), pusieron en evidencia algo que la ciudadanía expresa hace varios años: las agendas electorales de los partidos políticos –que incluyen sus alianzas y acuerdos– están desconectadas de la realidad y el sentir del pueblo.

¿De quién es el error entonces? ¿De quiénes en su círculo cerrado creen saber lo que requiere pueblo o de quienes por responsabilidad con el país dicen lo que piensan por fuera de las doctrinas? ¿O quizá el error fue permitir que los liderazgos emergentes dejen a un lado la teatralidad de las redes sociales para mostrar sus dotes de estadistas por fuera de los guiones prefabricados? No se trata de buscar culpables, sino de que los involucrados rindan cuentas de sus actos ante la historia y la nación, porque los ciudadanos no degluten los cálculos electorales ni las consignas de barricada de los cuasi-politburós.

Esta misma neutralidad amparada en aspiraciones y conjeturas, así como en un anacrónico y selectivo romanticismo con el pasado, es promotora solapada del voto nulo y puede ser cómplice directa del retorno al autoritarismo correísta. El que todavía le debe explicaciones a la viuda del General Gabela sobre la muerte de su esposo. El mismo autoritarismo que arrastró a indígenas y mestizos que se atrevieron a pensar diferente y a expresar su disidencia en las calles. El que persiguió a quienes develaron el rostro del Socialismo del siglo XXI: el de la delincuencia transnacional hermanada por las coimas de Odebrecht. ¿Si el vástago de Correa triunfa en la segunda vuelta electoral y con él su legado, cómo construir una agenda político electoral de tercera vía sin democracia? ¿Si esto no fue posible durante la década perdida quién nos asegura que sea factible ahora? La situación actual del país no admite dubitaciones ni bipolaridades. Demanda con urgencia refrendar la democracia, la equidad y las libertades.

Por ello, en esta disyuntiva política entre democracia y autoritarismo, donde la izquierda no existe electoralmente (aunque intente apadrinar el voto nulo) y la derecha presente doble faz en el balotaje. La democracia (con aciertos, errores y tropiezos innegables desde 1981 y vigentes hasta la actualidad), siempre será la mejor elección, pues con ella y solo con ella, la sociedad civil y política podrán disentir con el poder en un ambiente de mayor libertad.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

¿Educación para todos y todas?

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Camila Rojas articulista La Disputa

El estado ecuatoriano debe garantizar educación pública y de calidad, los gobiernos no son los tesoreros que administran el dinero de la ciudadanía, su rol va más allá, tienen que generar estrategias de desarrollo que garanticen la educación, porque solo la educación genera oportunidades individuales y colectivas, así como poblaciones críticas, pensantes y proactivas.

No existe un interés gubernamental por garantizar la educación gratuita para todos y todas. Vivimos en un país de desigualdades, donde es evidente que las oportunidades son destinadas a cierta parte de la población. Estas desigualdades nacen en los hogares y escuelas o en el peor de los casos fuera de ellas.

El 15 de marzo del 2020 se anuncia el Acuerdo Ministerial 2020-00014, en la que establece la suspensión de clases debido a la preocupante propagación del Covid-19 en el país, las desigualdades sociales se agudizan.  Tenemos el caso de los adolescentes del Centro para jóvenes infractores, quienes no tienen permitido utilizar aparatos tecnológicos y tampoco pueden acceder a clases presenciales con sus maestros ¿Cómo el Estado vela por los derechos de todos y todas?

Solo el 45,5% de hogares en Ecuador tiene acceso a internet INEC (2019), eso sin mencionar el acceso a aparatos tecnológicos o servicios básicos. La deserción estudiantil aumenta debido al contexto de pandemia y situación económica que atraviesa el país, “la pandemia ha causado el trastorno más grave registrado en los sistemas educativos en toda la historia y amenaza con provocar un déficit de aprendizaje que podría afectar a más de una generación de estudiantes” UNESCO.

La Convención de los Derechos del Niño como la Constitución ecuatoriana vigente (2008) y el Código de la Niñez y Adolescencia (2003) reconoce a la educación como un derecho y obligación del Estado. En la pandemia se ha evidenciado la deficiencia del sistema educativo y la falta de diligencia del Estado.

Tenemos promesas cómo la de “Una tablet por niño” o “Wifi en plazas del país” que hasta el día de hoy siguen en revisión mientras que la vicepresidenta, María Alejandra Muñoz, se va de gira por Europa y visita al vaticano en nombre de la patria.

No nos quieren educados, no nos quieren críticos, no nos quieren rebeldes, no nos quieren libres…

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La Disputa

Aunque el Estado se vista de seda…

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Carlos Nogales articulista La Disputa

Palabras clave: Conservadores, Estado, Socialistas, Madre Facundo Cabral

Las etiquetas sirven para simplificar conceptos en el eterno vaivén del ‘nosotros’ y ‘los otros’. Nada nuevo bajo el sol para nuestra especie. Esa falsa seguridad de identificarse como parte de un grupo esconde profundas raíces evolutivas. Es habitual también que tales identificaciones se hagan no en términos constructivos sino en oposición del contrario. El mejor ejemplo de esto son esas etiquetas políticas que nadie sabe en realidad qué mismo son, pero tienen muchos adeptos. Hablamos por supuesto de la ‘derecha’ y la ‘izquierda’.

Sin embargo, en estas líneas no entraremos en ese terreno, haremos algo aún mejor, vamos a meternos con socialistas y conservadores, grandes representantes de cada lado.

Socialistas y conservadores se diferencian en últimas instancias en una sola cosa: la existencia o no de propiedad privada.

Seguramente matizará alguien aquí que su corriente socialista habla de la propiedad privada de los ‘medios de producción’. Matiz que se aceptará si es capaz de definir tal concepto en sociedades como las actuales (y las anteriores incluso) donde las antiguas fábricas o las líneas de producción pueden ser alquiladas por costos marginales, desechadas y reinstaladas nuevamente en cualquier lugar del mundo, o no se diga ya que explique cuáles son esos medios de producción con los que se han hecho las fortunas más grandes del mundo. ¿Cuál es el medio de producción de Amazon o Facebook? ¿Por qué los primeros en expropiarse durante la URSS fueron los pequeños propietarios agrarios? Por otro lado, algún miembro de cierta corriente conservadora diría que la propiedad no es lo más importante que los distingue sino los valores morales y la protección de cuerpos intermedios como la familia o la iglesia. Lo cierto es que la iglesia católica defendió durante siglos de manera oficial que las actividades vinculadas al comercio o la banca eran moralmente ilegítimas. Varios concilios prohibieron sobremodo el crédito y calificaron de herética a cualquier sociedad que la aceptase. Es decir, sin el concepto de propiedad ya podrían socialistas y conservadores abrazarse en nombre de las bondades de la pobreza y la hermandad de los hombres pregonada, no el Manifiesto Comunista, sino en el Sermón de la Montaña. ¿Por qué no hay mares de conservadores enlistándose en el Partido Socialista si la propiedad privada no es un asunto central? Pues bien, porque lo es. Cerremos este párrafo mencionando que hay conservadores ateos y socialistas católicos.

Indaguemos un poco en cada corriente desde sus ideales y propósitos más básicos. Quienquiera que haya leído a Marx o sus discípulos sabe que el comunismo sólo existirá en el momento en que todo el planeta sea socialista. Sabrá también que, bajo estas líneas de pensamiento, el estado en últimas instancias debe ser eliminado porque no es más que una herramienta de opresión. No se digan los socialistas de otras líneas que son abiertamente contrarias a la existencia del estado. El objetivo fundamental del socialismo es crear una sociedad sin explotados ni explotadores donde la riqueza sea poseída por quién la genera. “De cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades” sería el principio rector de la fase superior del comunismo. Introduzco a propósito el cambio de término en este punto, porque si bien Marx reconoce esta finalidad última en la práctica termina construyendo toda una estructura para justificar el camino al socialismo a través del uso sistemático del estado moderno que parte de la toma de los ‘medios de producción’ y la economía de planificación centralizada, y es esto lo que diferencia a un comunista en específico de un socialista. Si ya luego, se reniega del uso de la violencia y se propone el establecimiento de esa sociedad por vías electorales estaremos en presencia de la socialdemocracia.  

Pasemos a hablar de los conservadores. Algo un poco más complicado porque, pese a que nace muy cercano al socialismo, el conservadurismo es mucho menos conocido. Podemos remontar la noción moderna de conservador a todos quienes vivieron con espanto las cruentas escenas que siguieron a la revolución francesa. Mientras los socialistas, dígase los bolcheviques, vieron en los jacobinos una inspiración, los conservadores vieron allí a sus más grandes enemigos. Durante la revolución francesa se llevó a cabo la mayor empresa idealista de la historia: desde los calendarios hasta las religiones fueron hechas desde las ideas de unos pocos olvidando casi por completo la experiencia previa. Muy parecido a lo que ocurre hoy en día cuando se cree que por el hecho de que algo sea una construcción social esta puede ser disuelta y recreada a voluntad. Para los conservadores no existe aquello que no se haya probado empíricamente. Creen que los avances se realizan de forma marginal desde los núcleos de organización espontánea de la sociedad como la familia, los sindicatos, las iglesias, los hogares, las leyes, los mercados, etc. Esta última línea es clave para diferenciar a un revolucionario de cualquier estilo con un conservador: los revolucionarios buscan extrapolar a ‘nuevas’ leyes generales sus propias concepciones mientras que los conservadores creen solamente en los cambios aceptados de forma voluntaria desde sus núcleos de organización o desde la propia voluntad individual. De aquí, quién busque imponer su religión por la fuerza a otros podrá ser un gran hombre religioso o tradicionalista a vista de sus correligionarios, pero de ninguna manera podría ser un conservador. De ahí mismo se desprende que las burguesías criollas de américa latina no puedan ser llamadas conservadoras cuando en su génesis está el abuso contra comunidades previas en primer lugar, sus conversiones forzosas a la iglesia o ya luego la traición a la corona y el levantamiento de empresas mercenarias al estilo bonapartista (quién se jactaba de imponer por la fuerza las bondades de la revolución francesa). ¿Son, aquellos que quieren meter al estado en los hogares, realmente conservadores? El conservadurismo es una actitud que ve en los cambios violentos o forzosos un retroceso al estado primitivo salvaje de nuestra especie, a los tiempos en que ni las leyes más básicas de los comportamientos sociales, como la sanción social a las relaciones endogámicas, habían sido formulados. Esto implica que cada sociedad sigue un ritmo propio de aprendizaje y no pone en riesgo lo que ya tiene y ya conoce por encima de aventuras no probadas. El riesgo, para los conservadores, es una decisión individual cuyo resultado puede ser usado o no por el resto de la colectividad. El conservador busca un cambio sólo de forma gradual y cuando el estado de las cosas manifiesta una deficiencia, y esa deficiencia, nótese, es a final de cuentas una decisión introspectiva.

En este punto, el lector atento pudo haber notado que pueden, en efecto, existir ciertas expresiones de comunitarismo de carácter conservador. La definición de ese lugar de no interferencia y en el que no se puede ejercer la voluntad ajena salvo por decisión propia, es la propiedad privada. Su existencia o no es, por tanto, ese punto de mayor pugna entre un conservador y un socialista. Un conservador podría decirle a un socialista que haga comuna de su propiedad siempre que no se meta en la suya. Así como un socialista le podría decir que mejor resuelvan la disputa en una asamblea general. Ahora bien, con la aparición del estado moderno, tanto los ideales de un lado como de otro han sido usados por los estatistas como caballo de troya para la instauración de regímenes autoritarios. Repasando de nuevo, si una sociedad avanzó hasta la constitución de un régimen absolutista en el marco del respeto de los cuerpos intermedios, en principio un conservador lo apoyaría. Si hay que organizar la economía y dar a cada cuál según sus necesidades, el estado bien puede ser un instrumento útil. Pero aquí hay un problema. La Ley de Hierro de la Oligarquías, formulada por sociólogo alemán Robert Michels, impide que tales pretensiones lleguen a buen puerto en grandes escalas. Todo movimiento popular de masas termina burocratizado más pronto cuanto más grande es el número de miembros que adhieren al mismo. Los socialistas, queriendo cumplir su ideal y tratando de usar al estado como el instrumento transitorio terminan acumulando en pocos individuos mayor poder político y económico que el que había antes de la revolución. Los conservadores que intentan imponer sus valores morales con la fuerza del estado terminan rompiendo los tejidos sociales y creando en su seno a una oposición revanchista que vendrá a usar ese mismo poder para destruir esos preceptos morales y reemplazarlos. Así, las revoluciones terminan condenadas al fracaso el momento que se otorga el poder al gobierno provisional revolucionario que se termina eternizando en él.

Hoy en día, tanto los ideales del socialismo como del conservadurismo no son sino puntas de lanza de nuevos grupos que tratan de tener el apoyo popular para llegar y hacerse con el control del estado. Muchas veces saben muy poco o nada de los ideales que pretenden defender, e igual no les importa, su objetivo está en la rapiña porque no son sino estatistas de corazón que secuestran ideologías, que las usan y desechan etiquetas en función del viento. Nótese que la ley de hierro se establece para grandes estados y que en microestados el control sobre los burócratas desde la población es totalmente viable. Cabría preguntarse, ¿cuál es el límite de personas en la cual se mantiene o se pierde ese control? ¿cuál es el límite en el que las relaciones y el tejido social pueden protegerse de los inquisidores de la moral en turno? Quizá la respuesta esté en los estudios que lleva a cabo Robin Dunbar, quién ha teorizado sobre la cantidad de personas con las que podemos relacionarnos plenamente en sistema social estableciendo el número, redondeando, en ciento cincuenta. Por lo pronto, y en un acto de justicia, podemos decir que tanto socialistas, conservadoras, tradicionalistas, comunistas y muchas otras expresiones de la imaginación humana para organizarse, pueden existir incluso con el estado moderno, pero solo bajo un orden específico que ha de tener ese estado moderno. Es decir, bajo una serie de reglas que se derivan empíricamente pueden crearse estados relativamente grandes en dónde coexisten exitosamente diversas expresiones sociales. En otras palabras, existen equilibrios locales que permiten el desarrollo pacífico de pequeñas sociedades socialistas o de todo tipo, incluso fascistas, en dónde no se traicionan los principios de sus integrantes al mantener estos el control sobre la burocracia que aparece para controlar el aparato estatal, y esos equilibrios locales pueden incluso expresarse bajo la unidad de un estado nacional si y solo si ese estado tiene un orden jurídico-económico-político de nivel constitucional específico (que no será discutido sino apenas tocado como inquietud aquí).

En conclusión, quizá es buena idea recuperar los conceptos, apartarlos del reduccionismo binario y plano de las campañas de propaganda, dónde usualmente estamos en contacto con ellos. Quizá es buena idea conocer al otro fuera de la caricatura que nos creamos o nos dejamos crear de ellos. Y sobre la actitud hacia los estatistas de corazón, que suelen esconder su hambre de poder en buenas intenciones, se me viene a la mente las palabras de Sara Camiñas al presidente argentino Raúl Alfonsín. Enterado de la labor social que ella, analfabeta y madre soltera de siete niños, había hecho rescatando a más de setenta y cinco mil niños de las calles, el entonces presidente le pregunta: <<Sara, ¿en qué le puedo ayudar?>>; a lo que la madre de Facundo Cabral le contesta <<Con que no me joda es suficiente >>.

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La Disputa

ESTIGMAS

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Álvaro Espinoza escritor de la Disputa

Ayer y hoy te lloré con infames melodías,

hedor a tabaco y fotografías furtivas;

fragmentos de esta lesiva entelequia que oprimen a mi espíritu

incapaz de inventar un solo pretexto más para tu cruenta compañía.

Ayer y hoy te busqué

solo para sentir el frío roce de tu apatía; impulsivo, temerario, ya me conoces;

puntos a tu favor para perpetrar tu terrorismo.

Sonriente, camino hasta el patíbulo de tu sórdido rictus y tu impasible mirada.

Ayer y hoy me arrepentí

al derramar mi última gota de autorrespeto. Roto, humillado, deshecho

¿Qué esperaba?

Mi complejo de héroe frustrado es mi condena;

hace que lamente mi huida de tu fusta, de mi fría celda.

Ayer y hoy

miro al espejo y desconozco al reflejo; ojos hinchados, piel mustia y cabello graso.

Miro a la estancia y me ofusco; nada parece familiar, ni tus pringosos obsequios,

ni mis lánguidas almohadas de insomnio perpetuo.

Hoy es mi cumpleaños

y el miedo me embarga, emascula mis sentidos

y no veo más que una siniestra partida de un juego al que estoy condenado a perder.

Me dices: “¡Eres un grosero! … ¿cuándo vas a cambiar?”

Curiosa forma de decirme “feliz cumpleaños, te quiero”

Hoy sonrío.

Por la amistad virtuosa nacida de la fatalidad; por la memoria de mi fiel huargo;

por doña Rosa entre sus geranios y moras y por Álvaro,

tipo agradable salido del polvo y el engaño.

Hoy vivo

tras dos años de un coma autoinducido; el comienzo es difícil, empiezo por libros,

luego novelas y finalmente poemas.

Leo la inscripción en la lápida de un viejo amigo. “Fracasar en la vida es acceder

a la poesía- sin el soporte del talento”, dicta.

Palabras de aliento de quien se ha movido entre la podredumbre; sentencias

marchitas enunciadas desde un abismo donde no llega la luz.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

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