Escritor aficionado.
Participante del taller de escritura y lectura a cargo de Abdón Ubidia.
Coordinador del Club de lectura Cuervx desde 2018.
Primer lugar del Concurso REMICCS, terminemos el cuento, con la obra La nostalgia de Pleysho Guntherdin, 2019.
Segundo lugar en el Concurso de poesía por la Naturaleza, con el poema Verónica, lluvia y tierra, 2012.
Aroma
Tatiana caminaba frente a mí –o eso es lo que yo pensaba–. Aquella chica guardaba un parecido asombroso con la imagen de Tatiana que, en ese momento, se proyectaba en mi cabeza. Su figura, el vestido amarillo incandescente y la chaqueta negra, su paso decidido y la cabeza ligeramente inclinada por el peso de mil pensamientos, todo coincidía. Con la luz correcta, inclusive el cabello tomaba esa coloración castaña característica. El viento lo hacía revolotear como un ser aéreo independiente, que planea y hechiza, incrementando la ilusión de que aquella era la verdadera Tatiana. Podría decir, entonces, que tenía mucho de ella; es más, casi llegaba a ser Tatiana pura.
La seguí por un par de calles, convenciéndome cada vez más de que, si la alcanzaba, miraría el rostro mismo de Tatiana. Pero no lo hice; quería seguir envuelto en ese sortilegio de incertidumbre que aquel doppelgänger conjuraba. Me empeciné en ir tras ella, a pesar de toda imposibilidad espacio-temporal, puesto que Tatiana, la verdadera, se encontraría trabajando a cientos de kilómetros del epicentro del temblor en mis piernas y no regresaría hasta el mes siguiente.
Fue entonces cuando una ventisca me acercó su aroma, flotando en un cielo triste de azul intenso. Y vino como si fuese una nube que anuncia tormenta, como un gato negro atravesándose en el camino, como un rayo de lucidez que desvanece todas las ilusiones. Aquella esencia, más cítrica que amaderada, más de joven efímera que de mujer perpetua, no pertenecía al revestimiento propio de Tatiana. No se trataba de un perfume en particular, sino de su fragancia corporal. Y es que el aroma de Tatiana recordaba al otoño, con sus hojas marchitas sobre la tierra húmeda. Y es que el aroma de Tatiana también tiene sonido: el de las hojas marchitas pisadas sobre la tierra húmeda.
Me di la vuelta y corrí.
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Tatiana o el aroma del otoño. Un cuento de Edu Guanoluisa . Excelente, sus líneas me transportaron a vivir y sentir la situación. Muy bueno!