¿Democracia?

Democracia no es que los ciudadanos voten más o voten menos ocasiones. Democracia es cuando la gente tiene poder real directo y control sobre los abusos el estado.

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Amante de la ciencia, la política, el andinismo y la filosofía. Educación superior en Física. Autoformación permanente en Filosofía, Lógica, Historia y Política. Ex activista, ex militante de izquierda y ex dirigente estudiantil. Defensor del emprendimiento. Casi un ordoliberal.

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Palabras clave: Democracia Griega, Acción Directa, Revolución Francesa

Desde hace mucho tiempo se lleva confundiendo el sistema político representativo con democracia. En estas líneas se derribará algunos mitos y se analizarán algunos aspectos fundamentales para saber si ¿nuestras sociedades son o no democráticas?

Empecemos con el mito de la mal llamada democracia liberal. Los textos de educación básica enseñan que este concepto está ligado a la Revolución Francesa y la Ilustración.

Sin embargo, el caos, la hambruna y los sangrientos episodios que siguieron a la toma de la bastilla. Sólo se detuvieron con el ascenso de un ‘emperador’ que encarnaba el fracaso de la revolución y la democracia que a decir de sus autores era traída desde Atenas. Pero ¿realmente replicaron la democracia griega en Francia? ¿fracasó esta y permitió el ascenso del emperador? La respuesta más sencilla es simple y directamente: no.

Democracia es una palabra que proviene del vocablo griego: δημοκρατία (dēmokratía). A su vez, se enseña que este proviene de demos que se dice significa pueblo y kratos que significa fuerza, poder o gobierno.

De aquí proviene la gran confusión sobre el concepto de democracia. La palabra pueblo tiene un significante vacío que usualmente se llena según la retórica del orador y sus intereses. Sin embargo, demos puede entenderse mejor como un conjunto de individuos que conforman una unidad política. En el caso de Atenas esto significaba la unidad política de los ciudadanos libres. En este contexto cuando se habla de democracia, en un sentido algo menos superficial. Se podría decir que es el gobierno de la unidad política decidida y constituida por los ciudadanos libres.

De los griegos hasta la actualidad han existido muchos cambios y uno de ellos se cumple en la mayor parte del planeta. La imposibilidad de la propiedad sobre el individuo. En otras palabras, la inexistencia de ciudadanos “no libres”, es decir, de esclavos. Para que exista un gobierno de ciudadanos libres estos deben permanecer en esa condición para que puedan seguir expresando su voluntad de constituirse dentro de la unidad política.

No puede ocurrir en una sociedad, denominada, democrática que se quite la condición de ciudadano libre a ninguno de sus integrantes. Por tanto, la democracia no es la dictadura de las mayorías sino la garantía del ejercicio del poder de los individuos sin atentar contra la libertad del otro.

Durante la revolución francesa el tercer estado empezó a tomarse el nombre del pueblo para tomar todo tipo de decisiones. Desde la ejecución de la monarquía, el cambio de nombre de los meses y los días. Además de determinar  el número de jornadas que componen una semana, pasando por el intento de control de precios, la creación de una nueva religión artificial que acababa de ser inventada bajo los principios de la ilustración;  hasta el terror generalizado que condujo a la muerte de Robespierre; quien en un discurso anunciara la próxima ejecución de nuevos traidores a la revolución, lo que provocó un miedo generalizado que terminó con su asesinato antes de que anuncie la nueva lista.

La llamada democracia liberal representativa adjudicada al proceso revolucionario francés no fue, por tanto, ni democrática ni liberal, aunque algo sí tuvo de representativa porque las ejecuciones gozaban en principio de un amplio apoyo popular en las urbes. Con esto nos alejamos de la típica crítica que el hecho de que un sistema político sea representativo es de por sí y ante sí, un ejercicio no democrático. El tema central está en el poder real de los individuos y si el sistema político de la sociedad mantiene o no ese poder. En Francia, durante la revolución, no se respetó ni el más básico de todos los derechos de un ser humano libre: el de la vida.

Asimismo, debemos a los franceses la falsa idea de que votar por un representante es considerado como el ejercicio democrático supremo, lo cual no es sólo abiertamente falaz, sino que es opuesto a las prácticas de los atenienses, quienes para cargos ejecutivos usaban una máquina para escoger aleatoriamente a los funcionarios de entre los postulantes que cumplían los requisitos establecidos para ejercer. Lo que sí votaban los atenienses era la aprobación o no de una ley propuesta por los representantes a la asamblea que creaban dichas leyes.

Es claro que un proceso como la democracia griega no fue replicado por los franceses ni de cerca: quitar a la monarquía no es sinónimo de crear una sociedad democrática. Siendo justos, es necesario aceptar que mientras más grande el número de habitantes más difícil replicar las prácticas griegas de democracia.

En la actualidad, Suiza quizá el único país del mundo que celebra referéndums permanentes, para aprobar sus leyes. Queda entonces la interrogante ¿cómo se puede establecer que existe o no democracia dentro de nuestra sociedad?

Para inspeccionar el carácter democrático de la sociedad en que nos encontremos viviendo es necesario establecer la conceptualización de democracia más clara, ¿qué poder real tiene usted y qué poder tienen sobre usted?

En este punto, se señala la noción de estado. El estado moderno asume la potestad del monopolio del uso de la fuerza para el cumplimiento de las leyes. Estas leyes establecen derechos y obligaciones, así como los límites del estado para intervenir sobre la vida de las personas. Cada vez que se entrega poder al estado entonces los individuos que lo gobiernen en la práctica tendrán todo ese poder sobre el resto de la población. No importa la retórica de que en el fondo todos eligen al presidente o primer ministro: si se otorga todo el poder al estado en la práctica se elige un nuevo monarca cada cierto tiempo y estaremos durante todo ese período sin capacidad de poder real sobre el uso y abuso del estado por parte de cada gobierno. Los límites del poder que debe tener o no el estado son tema de debate actual y no se discutirá a profundidad.

De todas las discusiones posibles (despenalización del aborto o de las drogas, libre movilidad, etc.) vamos a quedarnos con una básica: los impuestos.

Los impuestos son, en el caso del Ecuador, esos catorce mil millones que el estado saca del bolsillo de los ciudadanos. Se dice que toma ese dinero de los más favorecidos y el gobierno lo administra para que generen mejores oportunidades para todos. La verdad es que la mayor parte de dichos impuestos proviene de la denominada clase media. Tampoco se discutirá sobre la moralidad de los impuestos, pero sí sobre el cumplimiento de rol teórico. Cuando los políticos que gobiernan recaudan este dinero en nombre de la ciudadanía, dicen que lo usan para salud, educación, seguridad, planes de ayuda social, entre otros buenos motivos. Lo raro es que cuando están recaudando mucho y los ciudadanos demandan un recorte, lo primero que quieren eliminar sean esos rubros. Pero no tocan ni un centavo de sus propios sueldos, gastos administrativos o menos aún de las bondadosas y extremadamente indispensables mega obras con escandalosos sobreprecios.

Notemos la incapacidad, para actuar sobre estos hechos que se repiten una y otra vez.

El tema central de este texto, como se indicó en el inicio, es provocar una reflexión sobre nuestro entorno inmediato y preguntarnos si este es o no democrático.

El ascenso de Napoleón en Francia no puede ser visto como un fracaso de la democracia pues esta no existió. Quiénes anhelan a un Fidel Castro o un Pinochet en nuestros países por la ineficiencia o las falencias de nuestra democracia deberían reflexionar. Si mañana el uno se convirtiera en el otro ¿qué pasaría con quiénes piensan diferente?

Creo que un avance democrático es necesario en Latinoamérica. Lo cual no significa ni más burocracia con nombres rimbombantes ni nuevos caudillos, significa mayor poder en la gente. Nada radical ni muy extraño será propuesto en el final de este texto. Algo muy sencillo para vencer la corrupción de los funcionarios que se convierten en los nuevos ricos con el dinero de todos. El bloqueo y control directo de los presupuestos en salud, educación y seguridad.

Si una ley estableciera los proporcionales de recaudación que deben usarse en cada rubro de manera directa habría menos temor de que, a través de un terreno aplanado, varios miles de millones terminen en Aruba. Y si cada ciudadano tiene asignado un monto anual (ya los criterios de asignación son discutibles) para que él decida qué proveedor de educación o salud cobra eso en su nombre al estado, se habrá recuperado algo de poder real y se dará al menos un paso hacia una sociedad verdaderamente democrática.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

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