ESTIGMAS

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Ayer y hoy te lloré con infames melodías,

hedor a tabaco y fotografías furtivas;

fragmentos de esta lesiva entelequia que oprimen a mi espíritu

incapaz de inventar un solo pretexto más para tu cruenta compañía.

Ayer y hoy te busqué

solo para sentir el frío roce de tu apatía; impulsivo, temerario, ya me conoces;

puntos a tu favor para perpetrar tu terrorismo.

Sonriente, camino hasta el patíbulo de tu sórdido rictus y tu impasible mirada.

Ayer y hoy me arrepentí

al derramar mi última gota de autorrespeto. Roto, humillado, deshecho

¿Qué esperaba?

Mi complejo de héroe frustrado es mi condena;

hace que lamente mi huida de tu fusta, de mi fría celda.

Ayer y hoy

miro al espejo y desconozco al reflejo; ojos hinchados, piel mustia y cabello graso.

Miro a la estancia y me ofusco; nada parece familiar, ni tus pringosos obsequios,

ni mis lánguidas almohadas de insomnio perpetuo.

Hoy es mi cumpleaños

y el miedo me embarga, emascula mis sentidos

y no veo más que una siniestra partida de un juego al que estoy condenado a perder.

Me dices: “¡Eres un grosero! … ¿cuándo vas a cambiar?”

Curiosa forma de decirme “feliz cumpleaños, te quiero”

Hoy sonrío.

Por la amistad virtuosa nacida de la fatalidad; por la memoria de mi fiel huargo;

por doña Rosa entre sus geranios y moras y por Álvaro,

tipo agradable salido del polvo y el engaño.

Hoy vivo

tras dos años de un coma autoinducido; el comienzo es difícil, empiezo por libros,

luego novelas y finalmente poemas.

Leo la inscripción en la lápida de un viejo amigo. “Fracasar en la vida es acceder

a la poesía- sin el soporte del talento”, dicta.

Palabras de aliento de quien se ha movido entre la podredumbre; sentencias

marchitas enunciadas desde un abismo donde no llega la luz.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

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