Reseña de la novela Teleny atribuida a Oscar Wilde

0

Antropólogo, comunicador social, lector empedernido, diablo de Píllaro. Realizó investigaciones en fiestas populares, teatro, literatura ecuatoriana, violencia de género y música andina. 

follow me

Teleny o “el reverso de la medalla” es una novela erótica publicada en 1893 atribuida a Oscar Wilde. La autoría de la obra es dudosa y se envuelve en una trama de anécdotas y leyendas literarias de los círculos londinenses más elegantes de finales de Siglo XIX.

Se supone que Wilde dejó un manuscrito en manos de Charles Hirsh, quien sirvió de intermediario entre varios colaboradores que agregaban su parte del texto y devolvían el manuscrito a Hirsh, para que otro pasara a recogerlo y agregara lo suyo. El texto recayó en Leonard Smithers que lo publicó en 1893, modificando la locación de Londres a París, como parte de una serie de novelas eróticas llamada: “Erotika Biblion Society” con un tiraje de 200 volúmenes, convencido de la autoría de Wilde o intentando convencer a sus compradores.

Los críticos tampoco se ponen de acuerdo sobre la cuestión. Para algunos, el texto lleva el estilo incuestionable de Wilde, mientras para otros, no se asemeja en lo mínimo al maestro inglés. La obra es una apuesta estética y política de anónimos pornógrafos, que precisa aquella inversión de los esteticistas: “la vida imita al arte”, a la par que fustiga la moral victoriana crepuscular creando personajes y pasiones hermosas hasta el paroxismo de la locura, más allá de sus cánones contemporáneos del bien y del mal.

La obra se cuenta a manera de diálogo, el narrador ejecuta el rol de entrevistador, mientras Des Grieux rememora sus amores fugaces y eternos con Teleny, renombrado pianista húngaro, que ejecuta sublimes tardas en su repertorio. La novela hilvana muestra un diálogo tras otro, mientras diserta sobre mitos y héroes, secretos y costumbres de los grandes erótomanos homosexuales de todos los tiempos. La obra misógina es un canto a la homosexualidad, al amor del varón por el varón, al deseo, al fuego, a la virilidad, al arte por el arte de esa voluptuosidad que sólo aquellos del mismo sexo pueden procurarse.

Des Grieux asiste junto a su madre a la actuación de Teleny, el nuevo pianista húngaro arribado a París. Al momento queda cautivado, sus miradas se cruzan, compaginan imágenes, sueños y delirios, juntos atraviesan las edades, desde Egipto hasta Roma y a la alcoba de los amantes gemelos en magnetismo telepático.

Wilde, el autor o los autores, describen la mística unión del amor homosexual, más profunda, más prohibida, más voluptuosa que la firme heterosexual. Des Grieux intenta escapar a sus ardores, enamorado de un imposible, se refugia en brazos de una chiquilla que termina muerta a causa de promesas infantiles y de lances furibundos de un salvaje que violenta su inocencia y pubertad. Sin poder escapar a su destino, Des Grieux persigue por las calles al pianista verificando sus lúbricos instintos rodeado de queridas y viciosos. Pero Teleny sella con besos y dulces pensamientos la promesa de su amor, tarde o temprano danzarán las espadas, saborearán los labios y gargantas el acre de la leche seminal, se ensancharán al máximo las posibilidades del agujero negro del placer, para recibir y perpetrar las estocadas que, contra natura, recogen los deleites más ardientes, más insondables, más antiguos.

Teleny y Des Grieux se arrojan a los brazos del ágape, el artista se rodea de heliotropo y de otros aromas finos, de las formas más acabadas, de las bebidas más reservadas, de los platos más exquisitos, de los goces más eficaces, del amor más romántico, sanguíneo y visceral. Es “arte por el arte”, todo es bello, perfecto, sensual, a diferencia de la vida, a veces palpitante, otras veces gris, el discurso estético de Wilde, del autor o los autores, no quiere imitar a la vida, la obra la sobrepasa, se coloca más allá de juicios y prejuicios; pide, excitada, que la vida se asemeja a su invención, que la posea con lúbrica imitación.

Gozan los príapos en orgías que los llevan a la infección, al dolor, rebelan sus cuerpos contra sus funciones, sublevan sus esfínteres hasta la muerte para convertirse en máquinas de placer; gozar y nada más. “El pecado es lo único que da valor a la vida”. Pero Wilde, el autor o los autores, no consideran pecado al amor entre varones, Teleny y Des Grieux sintetizan lo carnal y espiritual, rodeados de los lujos y desenfrenos de una sociedad secreta de ilustres homosexuales, que aportan los instantes más sadomasoquistas de la novela. “Teleny” es el recuento de una de las facetas más conocidas y a la vez más sojuzgadas de la humanidad: la homosexualidad, que aquí, se retrata con regodeo, encanto y ambición. Por el enigma de su autoría, y sus apuestas estéticas, morales y políticas, “Teleny” se convirtió en un clásico del erotismo homosexual de todos los tiempos, sus lectores lo mantienen vivo, casi 130 años después.

Oscar, Oscar, Oscar

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí