Navidad ecuatoriana

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Directora del medio de comunicación La Disputa, Gestora de proyectos de tecnología y de comunicación, Magister en Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, investigadora en el ámbito de la Comunicación y Educación. Escritora de narrativa y poesía por afición.

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Para ser sincera, jamás he pensado en la navidad como la llegada del niñito Jesús, más bien es una celebración para pasar en familia, esa familia, la ecuatoriana.

Primera parada: Mi pobre angelito, uno y dos. Hay que estar pilas en qué canal van a pasar las películas para no perdérnoslas. De esta obra maestra, creo que lo que más nos apasiona es la lucidez de un niño de seis años y sus aventuras. Por su puesto, eso nunca pasaría en Ecuador, nuestras mamás nos tienen ahí con ellas, aunque vivan diciendo “si te caes, ahí mismo te pego”. Nos vale un carajo ver esta película mil veces, es una tradición…

Segunda parada: se ve una cantidad sustanciosa de películas navideñas con ese romanticismo patético, donde la muchacha lleva esos hermosos sacos calientitos y vemos, por supuesto, toda la nieve. Pensando en esas escenas mágicas, nos vamos con nuestras mamás al Centro para que nos compren la ropa respectiva. Llegamos donde la “veci” de los interiores. La primera opción siempre son las medias en bloques de tres pares, han sido nuestros regalos por los siglos de los siglos. Siempre “ponemos cara larga”, porque, obviamente, queremos que nos compren esa hermosa chaqueta roja que le vimos puesta a la actriz de la comedia romántica. Luego del regalo tradicional, se hace la parada donde la otra “veci” para comprar el jean, que ni siquiera sabemos si nos va a entrar luego de la cena navideña.

Tercera parada: cuando uno ve las películas navideñas, es hermoso… Las mesas están bien puestas, tenedores, cuchillos y mantelería fina. Por supuesto, no puede faltar el vino tinto acompañando a un pavo enorme, donde el anfitrión corta fina y delicadamente un pedazo para darle a cada miembro de la familia. Nada que ver… Acá si uno es de clase media para arribita, pensaría en comprar un pavo. En Ecuador lo típico es el pollo asado. Como siempre hay un hermano, tío, abuelo o padre que se comería el pollo entero, si se lo pusiera al centro de la mesa, entonces, solo se lo saca para tomar la foto y luego se lo tiene guardado en la cocina. Nada de vino, acá tomamos cola (no gaseosa, “pilas”), cada uno busca su rinconcito para echar mano a la presa, mientras oímos el villancico: “Ya viene el niñito”.

Cuarta parada: se mira esas navidades suizas y europeas, dónde todos los miembros de la familia están con un pijama igual y, típico, abriendo los regalos al siguiente día muy temprano. Acá abrimos los regalos a las doce y luego la farra. Puntas, whisky, cerveza, vino (pero de cartón) abundan en nuestros hogares ecuatorianos. Somos farra, somos “fiesteros”. El recalentado ayuda a cada ser que logre levantarse del sillón, de la silla, de la cama para sacar el “chuchaqui”.

Quinta parada: pues sí, esto es una típica navidad de los sectores populares de nuestro Ecuador, en el caso de que nuestros padres tengan trabajo, caso contrario, se pasa la navidad con un agua aromática con un pan y a la cama… Con los ojos llenos de lágrimas por no tener la navidad que vemos en la televisión en esta época y con toda esa rabia acumulada de la impotencia de nuestra realidad, preparamos el testamento para el treinta y uno, para burlarnos de los políticos, como es típico de Latinoamérica: el uso de la risa para resistir al poder.

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