Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.
Subyugados y angustiados Subyugados y angustiados Subyugados y angustiados Subyugados y angustiados
Quisiera empezar con una noticia que me pareció sorprendente, según el informe A new textile Economy de la Fundación Ellen MacArthur anualmente en el mundo se producen cien millones de prendas de vestir, y siendo más explícitos, el mismo informe señala que para producir una camiseta de 250 gramos de algodón se requiere 2.700 litros de agua; cuya cantidad equivale a lo que una persona normal podría beber en tres años. Cifra exorbitante si sopesamos el valor de la prenda de vestir frente al valor del recurso natural limitado que es el agua, y por la cual se dice, que en el futuro habrá más de una guerra, consecuencias que están a la vista con el calentamiento global y sus efectos en el planeta.
Hace algunas semanas, pasamos por un periodo que el sistema capitalista lo ha creado para generar compulsión en el comportamiento de los consumidores -el famoso Black Friday-, cuyo objetivo de fondo es adquirir bienes y servicios a precios y descuentos especiales, innecesarios; hoy estamos en otro periodo: el comercio navideño y festivo por excelencia, y de cara ello, en una batalla hiperconsumista terrible, cuyo producto proviene de los modelos de negocios de las empresas, cuyo único objetivo es mercantilizar las necesidades creadas exclusivamente con fines cortoplacistas, en donde intervienen factores psicológicos que influyen muchísimo en el comportamiento de los consumidores.
La estrategia se basa en hacer creer al consumidor que perderá la oportunidad de adquirir algo, que, aunque no necesite, será de utilidad para la presunción. Y pues, claro que surte efecto la estrategia, porque a nadie le gusta perder, mucho menos las oportunidades que hacen ver a la persona más lista que los demás.
El marketing ha hecho lo suyo y lo seguirá haciendo, porque estudia el comportamiento de los consumidores y las emociones que juegan como impulsadores para comprar bienes que ni siquiera son consumidos en la mayoría de las ocasiones.
Muchos asocian el consumo compulsivo y descontrolado con la insatisfacción y tristeza de quien lo realiza. Son actos que aparentemente llenan los vacíos existenciales que las personas tienen, producto de las brechas personales que se han creado a lo largo de su historia. Pero el asunto no se queda allí, si en realidad no hace más felices y los introduce en un círculo vicioso que genera sensación de vacío, ¿por qué seguir comprando? Es una pregunta que no tiene respuesta colectiva, pero si personal; cada quien tiene sus propios motivadores y detonantes que lo impulsan al gravitante mundo hiperconsumista.
Otra característica que es muy marcada en estos casos es que los consumos son exclusivamente de bienes materiales: smartphones, televisores, ropa, artículos para el hogar y demás similares; al menos yo no recuerdo haber visto ofertas de bienes de primera necesidad, raro, ¿verdad?, quizá sean menos rentables, porque se consumen en el día y sirven para la subsistencia humana, y por los que todos estaríamos dispuestos a pagar la mitad.
Creo esta es la paradoja del consumo: comprar lo innecesario para vivir alcanzados con lo necesario, trabajando para pagar lo necesario e innecesario; más que círculo vicioso, es un círculo tortuoso, que tiene al hombre subyugado y angustiado.
Es verdad que debemos reactivarnos, nadie lo discute, pero no debemos olvidar la responsabilidad personal que como seres humanos tenemos y la responsabilidad social que las organizaciones también las tienen.
Mejorar los hábitos de consumo a nivel personal, creo, es el primer paso para los consumidores de a pie, y ello tiene que ver con cambiar la creencia de que necesitamos cosas para aparentar o para figurar que estamos en la onda de la globalización.
Ahora más que nunca, desde todas las esferas y espacios gubernamentales, organizacionales y sociales se predica tener conciencia verde. Respeto por la naturaleza que es la dispensadora de todos los bienes y recursos, como lo mencionaba al inicio, se necesita mucha cantidad de agua para hacer una simple camiseta, sería bueno calcular qué cantidad de agua se ha gastado para tener equipados nuestros clósets.
Es necesario extender el ciclo vital de los bienes que usamos, que implica: reciclar, reutilizar y compartir lo que no nos es útil para nosotros, pero para el otro sí. Es una forma también de hacer el mundo más empático, solidario, generoso, menos egoísta y sostenible.
El acto de comprar involucra a todo el sistema que lo soporta: procesos de producción, horas de trabajo, sueldos y salarios y una serie de componentes que incluyen al ser humano y a su aporte a la economía y al desarrollo de la sociedad. Por eso, el acto consumista tiene como medio y fin al ser humano y, al tener un recurso invaluable como es la persona, todos los fines deben ser encaminados a salvaguardar su dignidad humana.
Habrá gente que compra porque tiene las posibilidades, y está muy bien, pero las mismas posibilidades de habitar en un mundo resiliente y sostenible, o de sucumbir ante un mundo sin recursos naturales, lo tienen poderosos y débiles. Equilibrar los sistemas, hábitos y estilos de vida es el comienzo para un nuevo ciclo de convivencia mancomunada, donde el mundo sea un espacio de sobriedad y frugalidad.
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