Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.
Pienso que esa dualidad en la personalidad de Harry la tenemos todos, no se trata de tener a alguien o algo para sentirte acompañado o querido, sino es más bien cuestión de actitud, al menos, con la experiencia y la edad que tenemos nosotros ahora, querido Darío, – afirmaba Hernán a su amigo. Mientras les servían las cervezas que pidieron en el salón de siempre, luego de la exhausta jornada laboral en su primer día de trabajo, luego de sus vacaciones.
Buscamos seguridad en las cosas que para el común de los mortales son aburrimientos o cosas de viejos amargados, o es que no te has preguntado para qué sirven tantas cosas que hacemos o por las que nos gastamos la vida.
Mira, después de mi divorcio, veo las cosas con mayor claridad. Me casé con la cabeza caliente -muchacho inexperto- pensado que el amor y la pasión que sentía por mi mujer sería duradera, que no se acabaría nunca. Nada más mentira que aquello. Con un buen trabajo, con un buen sueldo y con un buen círculo de amigos o conocidos, no se garantiza nada, cuando no se fija un rumbo que de verdad valga la pena.
También he pensado que nos fijamos muchos objetivos y con ello perdimos el foco. Terminamos frustrados, nada más cierto que: la vida burguesa no siempre es sinónimo de bienestar absoluto, y de eso me di cuenta tarde, cuando el daño estaba hecho. En fin, con tanta cosa no se pudo avanzar como queríamos.
Al parecer – dijo Darío – la lectura del Lobo Estepario te ha dejado reflexivo.
-Bastante, contestó Hernán. A veces pienso que la soledad es la mejor compañera, siempre y cuando estés mentalmente maduro, porque si no, el suicidio es la vía más rápida para desaparecer de este bárbaro matadero.
-No creo que la madurez sea un impedimento para tomar esa fatal decisión, contra replicaba Darío a su amigo, se trata más bien de decisiones basadas en los impulsos humanos de crisis realmente fuertes. La madurez ante estos problemas psicológicos no ayuda mucho, al menos eso he visto en la gente cercana a mí.
-Puede que tengas razón, decía Hernán, Harry, el protagonista del libro no se suicidaba porque no le daba la gana, estaba excluido de su familia, de su tierra, sin amigos, sin objetivos y sin Dios, que creo era lo peor; sin embargo, algo había en él que quería seguir viviendo para descubrir lo que a su edad no lo había hecho.
-Ahora que lo mencionas – dijo Darío – creo que Harry sentía esa dualidad en su personalidad porque, por un lado, amaba la seguridad que tuvo en su momento, una burguesía marcada, y que ahora, aunque solo y exiliado, la seguía gozando. Y, por otro lado, odiaba a la misma burguesía y placeres porque no le llenaron. De esta forma buscaba a través de esa vida solitaria y aislada: la paz y tranquilidad que la otra vida no le causó.
-Ten mucho cuidado amigo, te pareces mucho a él, dijo Darío a su amigo. La etapa post divorcio debería impulsarte a mantener el equilibrio y la templanza.
-Creo tienes algo de razón amigo, afirmaba Hernán. Y no creo que solo les pase a los divorciados, sino a todos que andamos en la búsqueda de lo trascendente. Aunque creo que exagero un poco, sería mejor la búsqueda de la paz y la tranquilidad.
Sabes que, pienso también que el hombre tiene impregnada esa dualidad desde que nace y la va desarrollando en todas las etapas de su vida, pero es muy marcada en su madurez, siempre actúa como santo y pecador.
Busca la paz, la tranquilidad, el bienestar, el hacer el bien a los demás, en amar al prójimo, en ser buen padre, buen hijo. En resumen, en ser buena persona. La mayoría de las veces actuamos así, pero paralelamente a su actitud de santo, actúa una fuerza interior que le domina y cada que puede, desecha el deseo que querer hacer el bien y le brota lo perverso, lo mundano, el deseo de hacer el mal a quien detesta, el deseo de maldecir a lo que no está bien consigo mismo o con los suyos, el deseo de matar y de exterminar, el deseo de…
-Esa es la naturaleza pecadora del hombre, nos diría un religioso – interrumpió Darío – esos deseos reflejan la naturaleza perversa del ser humano, del hombre caído, continuó.
– ¿Y qué hacer contra esta naturaleza?, preguntó Hernán…
-Creo que pulirla, querido amigo. ¿Y cómo la pulimos? Con la práctica diaria. Tu experiencia de casado y ahora de divorciado debe ser una escuela fantástica para pulir esa naturaleza. Nadie aprende en cabeza ajena. El análisis del pasado es buenísimo para mejorar el presente.
-Es verdad, afirmaba Hernán, ideé un teatro mágico, tal como se menciona en el libro, donde di prioridad a la carne y a los placeres, me olvidé de lo humano y lo trascendente.
Ahora me toca diseñar un teatro real, donde tome la vida en peso y haga lo que tenga que hacer para reparar mis daños y los que hice a quienes amaba.
-La clave es el equilibrio, querido amigo, la clave es el equilibrio, concluía Darío su réplica y a la vez la cerveza, que la chica guapa les había llevado a la mesa.