Antropólogo, comunicador social, lector empedernido, diablo de Píllaro. Realizó investigaciones en fiestas populares, teatro, literatura ecuatoriana, violencia de género y música andina.
Otro libro para quemarse en los infiernos, en los avernos púberes e idílicos de Pierre Louÿs, augur de Afrodita, pagano del fin del Siglo XIX. Un libro para descubrir (espantarnos de) aquellos deseos que no sabemos que tenemos; o que más bien, teniéndolos, los ocultamos debajo de la piel de donde, incógnitos, atrapados, sepultados, no podrán salir para incendiarnos en pasiones prohibidas.
La literatura de Pierre Louÿs (1870 – 1925), divina como el marqués, bien pudiera ser cancelada o censurada por la corrección política moralista de estos días. Como otras obras del francés, este díptico compuesto por: “Dialogo de Cortesanas” y “Manual de Urbanidad para jovencitas”, pudiera escandalizar o molestar por su nivel de transgresión sexual; sin embargo, su estilo desvergonzado, cercano al manual, guía o libro de consejos sobre las buenas maneras, los modos y los modales a la hora de disfrutar del placer carnal, entretiene por su ingenuidad, su ridiculez, su abyección o su ácido humor.
En estas pequeñas obras, como en las más conocidas de Louÿs, resalta un ardoroso clamor por el erotismo femenino, una exaltación de la juventud y una idealización del sexo y de la sexualidad que impregnan cada espacio vital y cotidiano de las voces dialogantes.
Para Pierre Louÿs, el amor es carnal o no es, es pasión o no es, es fiebre o no es, es femenino o no es. En “Diálogos de Cortesanas”-escritos entre 1894 y 1899- asistimos a pequeñas retretas, conversaciones banales y confesiones puteriles de diversa saña: desde la infanta que ansía su debut, pasando por las principiantes y las corrompidas, hasta las matronas, reinas de los infiernos paradisíacos del comercio de la carne.
Estos pequeños textos carentes de eufemismos y adornos, crudos, directos y morbosos, funcionan como una ventana para encontrar, en fragmentos y a ratitos, las escandalosas (para esa y nuestra época) ideas morales (antiguas) de Pierre Louÿs. En su universo literario o sexo-poético, la infancia (8, 10 0 12 años como máximo) es interrumpida por el sexo. Pero la sexualidad, por más obscenas que parezcan algunas de sus prácticas, no resulta de ningún modo violenta o agresiva; es más bien una experiencia buscada, placentera, agradable a los sentidos, deseada, esperada, requerida, necesaria para descansar por las noches e imprescindible al abrir los ojos por la mañana.
Las cortesanas (las personajes) de Louÿs viven estas experiencias carnales con intensidad. Están follando en cada página. Si es que no tienen una polla entre las nalgas, la boca o la vulva; se acarician entre ellas con lascivia o se satisfacen con zanahorias y berenjenas, suscitando la simpatía secreta del lector – voyerista. Pero aún más, las cortesanas de Louÿs se embelesan en todo tipo de fetiches, devoran con adicción todo tipo de fluidos, especialmente el semen y la orina, llegan incluso a cagarse con dilección, una encima de otra, mientras convulsionan en los orgasmos más potentes. Pero entre tanta variedad, las cortesanas prefieren el amor de otra mujer, porque es el ser completo, “ella sola sabe amar. Ella solo sabe ser amada”. Por tanto, únicamente una pareja amorosa de mujeres está completa.
Por supuesto, el tono del díptico es el de una caricatura en donde la sexualidad es excesiva y volátil. “Manual de urbanidad para jovencitas” es un divertimento pornográfico, una serie de consejos prácticos para la moral sexual del día a día. Cómo comportarse en el colegio, en la casa, en la cocina, en la mesa, en el recreo, en la iglesia, en el museo, con los padres de visita, en el teatro, en la boutique, en la playa, en el campo, deberes para con el padre, con la madre, con Dios, y una rúbrica especial para hacerse desvirgar. Ideas tales como:
“Si usted sabe que su madre espera a su amante en casa, no se esconda bajo la cama para gritar: «¡Sorpresa! ¡Soy yo! », Mientras la saborea en su boca. Podría atragantarse.
No escoja, tampoco, ese momento para entrar en la habitación aullando: « ¡Ya está aquí papá! », cuando sabe perfectamente que su señor padre está de viaje”.
“No dibuje en la pizarra las partes sexuales de la maestra, sobre todo si ella se las ha enseñado confidencialmente”.
“Si lleva en un medallón un bucle de pelos rubios cortados del culo de su amiguita, diga mejor que son cabellos”.
“Si no ha quedado del todo satisfecha de su masturbación matutina, no se la complete en misa”.
“(A Dios) Agradézcale la creación de las zanahorias para las niñas, los plátanos para las jovencitas, las berenjenas para las jóvenes madres y las remolachas para las señoras maduras”.
“A partir de los 8 años, no es conveniente que una niña sea todavía virgen, incluso si chupa pollas desde hace muchos años”.
“No se burle de su señorita hermana si no quiere dejarse encular. Una joven de mundo es absolutamente libre de no dar más que un agujero a sus pretendientes”.
El “Manual” -con su marcado estilo aforístico- divierte a la vez que desnuda la hipocresía del sexo, mostrándolo en todo su raudal: antihigiénico, incestuoso e infiel. Y más importante, en su ridiculez, demuestra que todos los manuales son ridículos, sobre todo el de buenas maneras y etiqueta, el de convivencia en la institución educativa (espero que mis jefes no lean esta parte), o el de las normas laborales de una empresa.
El universo literario o sexo – poético de Pierre Louÿs pudiera menospreciarse como pornográfico; sin embargo, hurgando en sus costuras, se resalta la potencia de sus textos para convocar voces femeninas y girar el manubrio de la sexualidad: las mujeres son voces, cuerpos, personas deseantes y no un objeto deseado por el varón.
Las mujeres llevan las riendas de la potencia sexual, porque sus cuerpos, al fin y al cabo, prestos, ágiles, sutiles, curvilíneos están de pies a cabeza formados para el amor. Su voluptuosidad es refinada, su espasmo más intenso, su entrega superior. Este giro en el deseo, el reconocer que aquella “gruta húmeda en que descansa el hombre de caminar hacia la muerte” es más briosa que el salvaje y venerado falo, constituye una revelación para encarar la sexualidad femenina, aún tabú en ciertas sociedades andinas americanas: la mujer ama, la mujer desea, la mujer fornica (mejor que el varón), le duela a quien le duela.
Conservadurismos aparte, la obra de Louÿs es un pequeño faro que alumbra uno de los rincones más ocultos de la existencia humana: la sexualidad femenina, adolescente y juvenil. Leamos a Pierre Louÿs para descubrir el arte del placer. No leamos a Pierre Louÿs sino somos capaces de adorarlo.
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