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“Que Dios lo ayude si fracasa” dicen que sentenció Benito Mussolini (El Duce) al seleccionador italiano, Vittorio Pozo, previo a la celebración de la Copa del Mundo, que ese año, se llevaba a cabo en 1934, en la bella Italia, convirtiéndose así en el primer Mundial que se celebraba en Europa. El primero se celebró en 1930 en la tierra charrúa de Uruguay, siendo los anfitriones los campeones de dicha edición tras ganarle a la Argentina 4 tantos a 2.
El Mundial de Fútbol es la competencia internacional de fútbol masculino más importante del mundo. Está organizada por la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) que es la encargada de agrupar a todas las federaciones nacionales del fútbol. Se creo el 21 de mayo de 1904 en París. Se cuenta que el primer partido de fútbol internacional se llevó a cabo el 30 de noviembre de 1872 entre las selecciones de Inglaterra y Escocia. En 1863 se fundó la Asociación Inglesa de Fútbol y desde esta fecha se considera el origen oficial del rey de los deportes: el fútbol.
He querido empezar este artículo con la mítica frase que se le atribuye a Mussolini, porque forma parte de los primeros escándalos en que los mundiales de fútbol se han visto envueltos. Cuenta la historia que la anfitriona de aquel año (Italia 1934) quedó campeona por la nacionalización apresurada de algunos jugadores argentinos y un arbitraje bastante cuestionado, fue una estrategia política, digámosla así, de parte del dictador para ganar prestigio a su país, dada la crisis que soportaba el país debido a su gobierno.
Después de 92 años, la historia ha estado marcada por hechos memorables, tanto deportivos como geopolíticos. Tenemos el Maracanazo, cuando en 1950 Brasil contra todo pronóstico perdió en campo propio ante Uruguay en el estadio de Maracaná de Rio de Janeiro. Derrota que fue considerada como “tragedia nacional”. De la misma forma, como olvidar la “Mano de Dios”, cuando en 1986, Diego Maradona anotó un gol bastante cuestionado (con la mano) venciendo a Inglaterra en cuartos de final, cuya victoria era un golpe bajo para su rival, debido también a la guerra que se disputaba en aquella época en la Malvinas. Hoy, la cosa, no varía mucho, en relación a los escándalos, esta vez, se trata de los derechos humanos.
Desde que en 2010 la FIFA entregó la sede a Qatar, empezaron los problemas para el país anfitrión por las denuncias mediáticas que se han venido dando por el irrespeto a los derechos humanos, en lo relacionado específicamente por los temas laborales de los miles de trabajadores que se emplearon para llevar a cabo tal espectáculo deportivo. El 80% de los habitantes de Catar son extranjeros y sobre ellos se ha cargado la responsabilidad -a un costo altísimo por supuesto- de montar la parafernalia y el espectáculo derrochador de la pequeña autocracia de Medio Oriente.
Amnistía Internacional, entre febrero de 2015 y febrero de 2016, llevó a cabo una investigación sobre la remodelación del Estadio Jalifa, cuyos resultados mostraron que más de un centenar de trabajadores migrantes eran sometidos a trabajos forzados por parte de las empresas subcontratistas, que incluían: irrespeto a las condiciones de los contratos de trabajos, referentes a horarios de trabajo, sistemas de remuneración y otros beneficios con los que en primera instancia les ofrecían. Inclusive el informe menciona que, documentos personales como pasaportes eran retenidos por parte de los contratistas a cambio de someterlos a duras jornadas de trabajo. Según el diario digital “The Guardian”, 6500 trabajadores migrantes han muerto desde que se otorgó la sede a dicho país, cifra promedio semanal de muertes de 12 trabajadores.
Lo anterior no es más el reflejo de la mercantilización del fútbol y de lo podridos que están todos los sistemas de la sociedad. Y de esto la FIFA no se ha salvado, ya que, hace algunos años altos directivos de la organización que incluían a los directivos de las diferentes federaciones nacionales se vieron involucrados en asuntos de corrupción y mafia.
¿Cómo es posible que se le entregue a un país que no tiene historia futbolística y de hecho que nunca ha clasificado a un mundial, la sede para organizar tal evento? La respuesta a ello es la pésima participación que tuvo Qatar en este mundial que está llegando a su fin. Ha sido el patito feo en su propia casa. Sin embargo, solo un país como aquel se puede dar este lujo de proyectar excentricidades, modernismo y sofisticación.
Un país cuya ley se resume en una religión (musulmana) por completo ortodoxa, que rechaza todo tipo de derechos: mujeres subyugadas, colectivos oprimidos y gremios explotados, pero que, en el mundo es principal exportador de petróleo y de gas. Con esa ventaja competitiva, mantiene una cartera de clientes estrellas a quienes debe atender, que irónicamente, son de Occidente, como lo son: Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Alemania. Eso sin considerar, además, las inmensas inversiones financieras e inmobiliarias que conserva en mercados europeos, bastante jugosas. En el mercado la mayor oferta gana y en el fútbol este principio prima.
Desde que se inventó el fútbol y se sistematizaron los deportes, surgió la mercantilización de las necesidades, cuya base como en todo, es el pueblo. Desde la Roma Imperial, en donde para mantener el poder de las masas, el requisito fundamental era tener al pueblo contento, alegre y ocupado en los grandes distractores: los deportes; que incluían las luchas entre gladiadores, héroes (esclavos) que peleaban por mantenerse vivos.
Hasta ahora, para poder ver un partido de fútbol o cualquier otro deporte hay que pagar una suscripción, cuyo estipendio mantienen las grandes mafias, y estas a su vez, el sistema capitalista, donde el fútbol específicamente es actor principal. Por eso no es de sorprendernos que ahora, los futbolistas forman parte de la lista de los más ricos del mundo.
La lid, la competencia profesional y el espectáculo que nos ofrece el fútbol creo que no se lo puede disfrutar en ningún otro deporte, sin menospreciar a todos aquellos, porque forman parte de la identidad cultural de cada pueblo. Sin embargo, asombrarnos por el escándalo mediático originado por el irrespeto a los derechos humanos en este Mundial es la forma más hipócrita de disfrutar el fútbol y sobre todo de protestar.
Me refiero al show mediático montado en las últimas semanas por los grupos de poder. Y esto va, también para nosotros, los comunes mortales; para las empresas y auspiciantes; para los famosos y figuras públicas; para los futbolistas; como para los Estados. Todos humillamos a los más débiles y nos dejamos humillar por los más fuertes. Explotamos y nos dejamos explotar. Somos famosos y hacemos famosos a unos cuántos mediocres. Servimos de burropié a la fama, al marketing y al sistema. En fin, es un irrespeto total a los derechos humanos.
La idea del presente artículo es tratar de entender que el fútbol es más que todo eso en lo que se ha convertido. Yo, al igual que todos los ecuatorianos, anhelamos ver algún día a la selección de fútbol campeona del mundo. Este año creo que fue el año del Ecuador, deportivamente hablando, tenemos algunas medallas olímpicas y muchas preseas regionales y locales.
Es muestra de que podemos ir más allá de lo que nos han metido en la cabeza. La participación de la selección en este mundial nos deja muchas enseñanzas. Aunque no se logró avanzar a octavos de final, pero es señal de que podemos, que unidos somos grandes, que trabajar en colectivo se genera resultados exitosos.
Nos metieron algunos goles en el país, mientras estábamos distraídos viendo perder a la selección. Pero jamás dejaremos de apoyar y ver jugar a la selección, porque a ejemplo de ellos, podemos dar más y conquistar el mundo. Potencial tenemos.

Referencias