Rusia vs Ucrania: Una invasión con tintes imperiales

Análisis sobre el conflicto Rusia vs Ucrania

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El conflicto entre las exrepúblicas soviéticas es de larga data. Su acaecimiento no es sino el resultado de una nimia planificación y puesta en marcha de estrategias que, en el mediano y largo plazo, pertrecharon a la economía rusa. Tras la anexión de la península de Crimea en 2014 -hecho que le costó a Rusia al menos tres tipos de sanciones diferentes-, el Kremlin resolvió preparase para los embates que hoy erosionan a una economía estacionaria (que no presenta cambios en su desarrollo), con apenas un 0.3% de crecimiento anual y una moneda devaluada por debajo del 50% con respecto al dólar.

“Fortaleza Rusia”, como el presidente Vladimir Putin denominó a su plan de contingencia, emprendido tras las sanciones financieras, comerciales y patrimoniales impuestas por Occidente, contemplaba, en seis pasos, la articulación de medidas sustitutivas a su consabido destierro de las finanzas y el comercio internacionales.

Así, la exclusión de Rusia de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Internacional (SWIFT), el congelamiento de las reservas del Banco Central de Rusia en Estados Unidos y los países de la Unión Europea, la prohibición para la importación de petróleo y gas por Estados Unidos y un abandono progresivo por Reino Unido, la suspensión de la actividad comercial y el cierre de multinacionales en el país, el cierre del espacio aéreo de la Unión Europea para vuelos rusos, la cancelación de la certificación para el inicio de las actividades del gasoducto Nordstream 2 en Alemania, entre otras medidas, para el líder del Kremlin son hostiles, pero no significan un impasse en su cruzada por “la libertad”.

Lo que desde la óptica del presidente ruso es una encomiable campaña de “desnazificación”, para la comunidad internacional es visto como un completo disparate; la materialización de la insensatez de un megalómano insensible que ha escogido la armas y no la paz. Lo ambivalente del hecho no es desestimable. Ya lo afirmaba Sigmund Freud en su célebre “Más allá del principio del placer” (1920), obra en la que describe la disposición instintiva del hombre como una dualidad pulsional entre la creación y la agresividad.

Esta contradicción es palmaria en lo fáctico y lo psíquico. Entonces, cabe colegir que el otro no es visto ya únicamente como un potencial acompañante, sino como una víctima que concita la perversidad a la que las relaciones dialécticamente disímiles avocan a quienes se ven privilegiados.

En consecuencia, la violencia es connatural a la condición humana y se ha mimetizado con arreglo a las coyunturas. Si se hace abstracción de la sevicia y la crueldad como atributos del individuo, su instrumentalización es la consecuencia inmediata de una necesidad de sublimación pulsional con el empleo de mecanismos exógenos a la propia capacidad humana.

En otras palabras, con el desarrollo y mejora de las armas, la castrametación militar y el recrudecimiento de pugnas geopolíticas, los gobiernos ya no son capaces de justificar la guerra ni el mal empleo de la técnica, como medio para el desastre y la dominación. Esto parecer haber sido comprendido por Estados Unidos, la Unión Europea y los aliados de la OTAN y el G7, no así por Rusia y su contumacia bélica.

Es justamente esta obcecación la que ha provocado la actual crisis migratoria. Uno de los países especialmente afectado por el conflicto es Ecuador. Con aproximadamente 870 connacionales dispersos por las distintas ciudades de Ucrania, el gobierno ecuatoriano tuvo que coordinar desde la diplomacia, junto a Cruz Roja Internacional y los Ministerios de Relaciones Exteriores de ambas partes, el establecimiento de corredores humanitarios que garanticen una evacuación segura de los compatriotas atrapados en zonas de riesgo.

Sin embargo, el desconocimiento, la desinformación, o quizá solo las pretensiones partidistas de sectores políticos con intereses bien identificados han impulsado una campaña de descrédito en contra de las actuaciones de la Cancillería del Ecuador. Pese a la expansión de los medios y la generación inmediata de la información, la difusión de noticias se enfrenta a problemas de carácter deontológico.

La estructura mediática actual concibe a los públicos como una estratificación de objetivos separados; por un lado, están quienes desean conocer lo que ocurren en cada momento, y en el otro extremo se encuentran quienes “no necesitan” saber que sucede, siempre que dispongan de medios para entretenerlos, engañarlos o adoctrinarlos.

Esta situación es patente en el contexto local e internacional. Así, Pichincha Comunicaciones -medio abiertamente correísta- entrevistó a un joven estudiante en el aeropuerto Mariscal Sucre a propósito de la gestión de Cancillería para su rescate. Declaraciones desafortunadas que provenían del miedo y la desesperación, no tardaron en ser tendencia en redes para continuar con el desprestigio a la institucionalidad del Estado desde el aparataje mediático y partidista.

Por otra parte, en Rusia, la agencia de regulación de medios, Rozkomnadzor, restringió el acceso a Facebook y Twitter, así como las operaciones de Deutche Welle (DW) como represalia a la suspensión de las transmisiones de RT -medio ruso estatal- por no contar con una licencia alemana. Sin embargo, varias cadenas de televisión y medios de comunicación decidieron cancelar sus labores en Rusia frente a la criminalización de la que son objeto por el Kremlin.

Aun con las complicaciones que supone la promoción de una verdad parcializada, en lo relativo a los protocolos implementados desde el Ecuador, Sebastián Torres, tercer secretario de la Cancillería y funcionario del Comité de Crisis comentó que, incluso antes de que se desatara el conflicto, ya se habían dispuesto algunas medidas para una posible contingencia armada, no obstante, el cierre de los puertos y aeropuertos en Ucrania, un día antes de que se efectuara la invasión, impidió el despliegue de la logística para el rescate in situ de los ecuatorianos residentes en el sitiado país.

Sebastián Torres, tercer secretario de la Cancillería y miembro del Comité de Crisis. Foto: Álvaro Espinosa

“Se conformó un Comité de Crisis, compuesto por distintos funcionarios de la Cancillería en distintas áreas, se estableció un call center, donde se hizo un seguimiento continuo y se puso en contacto con la gran mayoría de jóvenes que teníamos registrados, se utilizó una base de geolocalización, donde podíamos ubicar cuales eran los puntos fronterizos más complejos y hemos realizado un seguimiento continuo, hasta que organizamos los vuelos para que ellos puedan venir de regreso al Ecuador”, enfatizó Torres.

Las negociaciones dieron fruto y los dos primeros vuelos humanitarios extrajeron a 456 ecuatorianos residentes en Ucrania. En paralelo, un vuelo comercial gestionado por México repatrió a 7 ecuatorianos más, mientras que por cuenta propia regresaron otros 67. A este conteo se le agregan los 143 ecuatorianos que llegaron el lunes 14 de marzo en el tercer vuelo humanitario y los procedimientos emprendidos desde Cancillería para la extracción de Diego Moncayo, el último de los ecuatorianos atrapado en Shotska, zona fronteriza con Rusia.

“A partir de la base de datos levantada por el Consulado y a partir de los diferentes registros que se han recibido en los últimos días, en realidad, hicimos un contacto permanente 24/7 con los ciudadanos, todos los días, o pasando un día al menos para conocer su ubicación actual, cómo se encuentran, su deseo o no de retornar al Ecuador y a partir de ello se elaboró una matriz de más 850 ciudadanos ecuatorianos en los actuales momentos”, precisó Michael Revelo, Tercer Secretario de Cancillería.

Michael Revelo, tercer secretario de la Cancillería y miembro del Comité de Crisis. Foto: Álvaro Espinosa

El monitoreo es permanente y la comunicación con los ciudadanos se mantiene durante dos jornadas seguidas. Mediante un análisis continuo, se coordinan acciones con Cruz Roja Internacional y con el personal que se ha movilizado.

Comité de Crisis instalado en la Cancillería del Ecuador. Foto: Álvaro Espinosa

Empero, las negociaciones para el cese al fuego y la retirada de las tropas rusas de territorio ucraniano no han dado resultados. Luego de tres jornadas consecutivas de mediación -dos entre las delegaciones de ambos países en territorio bielorruso y la última en Turquía entre ambos Ministros de Exteriores- lo que ha quedado claro es que Rusia no está dispuesto a ceder, mientras Ucrania no se desmilitarice, se declare un país con estatus neutro y así renuncie a sus pretensiones de incorporarse a la OTAN, se “desnacifique” y declare a las repúblicas separatistas del Donbás, Lugansk y Donetsk, como territorios soberanos e independientes, además del reconocimiento de la Península de Crimea como territorio ruso.

Todas estas exigencias son rechazadas por Ucrania, Estados Unidos y sus aliados. En medio de la escalada de violencia y con pocas probabilidades de consensos, la situación de Ucrania revela la disputa hegemónica por el control de la economía y la política mundial. El poder ejercido así, en términos de Michel Foucault, es expresión de su fase primigenia e imperfecta; el empleo de herramientas, tecnologías y la propia fuerza para la consecución de un fin. No obstante, a toda guerra le subyace la impronta de su trastocamiento; su carácter performativo no es perdurable. Esto patentiza la necesidad de reemplazar a las ambiciones personales e imprevisibles con los objetivos políticos bien definidos. Lo de Putin es fiel testimonio de aquello.

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