25 de noviembre: El grito de las mariposas sin miedo

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25 de noviembre 25 de noviembre 25 de noviembre 25 de noviembre 25 de noviembre

Palabras clave: violencia, femicidios, lucha, memoria, resistencia, justicia.

“Para que las mariposas vuelen libres, hay que romper las cadenas que las mantienen atadas”.

Cada 25 de noviembre, se conmemora el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, en memoria de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal conocidas como las mariposas, asesinadas en la década de los 60 durante la dictadura de Trujillo en República Dominicana.

Esta fecha emblemática se evoca con fuerza en todo el mundo, para crear conciencia sobre la problemática de violencia que afrontamos, que abarca diferentes tipos como: la psicológica, simbólica, política o física, llegando hasta el femicidio; que según el Código Orgánico Integral Penal (COIP) es el acto de “dar muerte a una mujer, por el solo hecho de serlo o por su condición de género”.

Por ello, las mujeres a lo largo de América Latina se tomaron calles y plazas para visibilizar una lucha que se ha extendido a rincones inimaginables, promoviendo algunos cambios, cuyos resultados podrían traducirse en el largo plazo como una estrategia para erradicar la violencia.

Pero la lucha no es reciente, viene de generaciones de mujeres que nos antecedieron y siguen presentes en la memoria. Aunque sin duda, una de las iniciativas más importantes fue el inicio del colectivo #NiUnaMenos que, en 2015, ante la nula respuesta del Estado frente a los femicidios ocurridos en ese momento, convocó a organizaciones, colectivos y miles de mujeres en Argentina, exigiendo justicia.

Y sólo fue el inicio de una incontenible marea de voces retumbando en esta jungla de cemento, alimentando un grito que al unísono es cada vez más fuerte y diverso, porque decidimos no callar otro segundo, ni bajar la cabeza ante la violencia estructural que nos mata todos los días, que acaba con los sueños de mujeres en nuestro entorno cercano y ha marcado el camino de la lucha en búsqueda de reparaciones, que no siempre llegan. Mientras esperamos que se respeten nuestros derechos a una vida digna y libre de violencias.

Para nosotras, bajar la voz no es una opción, ni hoy, ni nunca. Cada espacio se ha convertido en el lugar perfecto para exigir que la violencia se detenga, pues, sin importar dónde, ni cuándo, más niñas, adolescentes y mujeres viven expuestas a situaciones de violencia, en las cuales, son ellas las víctimas silenciosas de un Estado, que no termina de comprender la magnitud de la problemática que tiene entre manos.  

Y aunque el femicidio consta tipificado como delito en el Código Orgánico Integral Penal desde 2014, sancionado con penas privativas de libertad de 22 a 26 años. El peregrinar de las familias en búsqueda de respuestas parece interminable en un país con una justicia sin enfoque de género y cargada de estereotipos, con procesos revictimizantes que duran años. Es vergonzoso.

Y aunque “la justicia tarda, pero llega”, en muchos casos no es suficiente, o resulta ser tan frágil, que se rompe con el primer forcejeo, negando una reparación a las familias de las víctimas, que han dejado todos sus proyectos de lado, con tal de conseguir el mínimo de dignidad que se merecen y que debería respetarse en cualquier escenario.

En Ecuador, una mujer es asesinada cada 72 horas. Según datos de Fundación Aldea se registraron 68 femicidios sólo entre enero y junio de 2021.

No son cifras, son historias por contar….

Más allá de los números que duelen, pero que siempre me han parecido fríos, detrás de las víctimas hay historias que deben ser contadas, son sueños inconclusos, planes a medias y sonrisas que con el tiempo se desdibujan. Mientras miramos sus fotografías buscando una pista y nos preguntamos ¿por qué?

Por un momento, recordarlas nos devuelve al tiempo en que todo estaba bien, cuando no necesitábamos gritar por justicia, cuando el ir y venir a los juzgados no era parte de la rutina. Volvemos a ese último momento antes de que nos arrebaten su existencia, sin ninguna explicación.

Pienso mucho en las familias, son parte de una historia invisible que es la más difícil de escribir, muy poco se habla de los wawas que quedan en la orfandad, luego de estos actos de violencia extrema, y que, en muchas ocasiones -por no decir siempre- no reciben la atención necesaria por parte del Estado.

Me pregunto cómo continúan sus vidas con el vacío, y cómo, a pesar de haber sufrido quizá uno de los golpes más difíciles de asimilar, siguen teniendo fuerza para gritar sus nombres todos los días, siendo inspiración para más personas que como nosotros, no alcanzamos a comprender el dolor que experimentan.

En este punto solo nos queda ser resilientes, abrazar y acompañar la inmensa fortaleza de quienes, en medio de eventos de esta naturaleza, siguen de pie; y en el momento oportuno, han decidido cerrar ciclos, porque como me dijo una buena amiga, también “es tiempo de descansar”.

“Sin memoria no hay justicia”

La violencia machista nos ha quitado tanto, que también se llevó nuestro miedo, nos hizo comprender cuán importante es mantener viva la memoria de nuestras amigas, hermanas y compañeras, para que la violencia no siga repitiendo la misma historia.

En memoria de su inmensa luz que no ha dejado de brillar hasta en los momentos más oscuros, por las historias que quedaron sin contar, seguimos en pie de lucha, las marchas seguirán hasta que comprendan, que si tocan a una, nos levantamos todas.

Nos tomamos las calles porque queremos y podemos hacerlo, porque es necesario visibilizar esta lucha que nos traspasa como sociedad, que nos convoca a cuestionar posiciones, a ser reflexivos con la realidad que nos rodea, en la búsqueda de cambios profundos para construir un mundo en igualdad de condiciones para las próximas generaciones.

El 25N es una muestra del poder que tienen las luchas individuales y como llegan a consolidarse en movimientos que han trascendido, convirtiéndose en espacios sororos, donde es fácil apoyarse para transitar acompañadas, este difícil camino para exigir justicia.

Seguimos exigiendo que el Estado asuma su obligación de proteger las vidas de niñas, adolescentes y mujeres expuestas a la violencia; y, a la sociedad a participar de manera activa para erradicar la violencia de raíz, desde dónde les corresponda, recordándoles que las víctimas y sus familias merecen respeto.

“Sin justicia, no hay olvido”

Por cada una de las vidas que la violencia machista apaga a diario, seguimos gritando y pintando sus nombres a nuestro paso. Luchamos juntas, para que no nos hagan daño por separado, juntas somos más fuertes, ¡Juntas lo somos todo!

 “No te conocí, pero sentí tu historia como mía.

Y entonces decidí luchar, por ellas y por nosotras.

Por nuestro derecho a una vida digna.

Por mi hija que sigue soñando con volar,

Y por todas las mujeres que nunca pudieron hacerlo.”

Dedicado a la memoria de Andrea, Vanessa, Jensy, Nayeli, Casilda, Lidia, Juliana, Karina, Sofía, Lisbeth, Nicky, Angie, Nancy, Julia, Carla, Maribel, Katherine, Gladys, Cinthia, Jimena, Estefany, Laura, Amanda, Janeth, Ana, Cristina, Marilyn, Yomira, María, Sara, Diana, Viviana y todas las que ya no están con nosotras.

Referencias:

Código Orgánico Integral Penal. (2014).

Fundación Aldea. (2021). http://www.fundacionaldea.org/noticias-aldea/primermapa2021

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

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