Lo azaroso y la securización de las incertidumbres

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Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.

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Palabras clave:

Incertidumbre, seguridad, vida, futuro, presente, apuesta

Resumen:

Securizar las incertidumbres que nos acompañan en el devenir diario, nos hace perder de vista el sentido de la estrategia que apuesta al azar planificado. Redefinir los conceptos de futuro y progreso son vitales para afrontar la verdadera incertidumbre.

Quien iba a imaginar que, hace casi dos años, en una ciudad de China, científicos traviesos en un laboratorio, dieron inicio a una de las mayores hecatombes vividas en la humanidad, cambiando la vida de todos. Así como un día por decreto nacional nos confinaron en nuestras casas, para “salvaguardarnos” sin ningún tipo de seguridad, más que la que nosotros mismos nos la proporcionábamos, hoy estamos de pie celebrando la vida y apostándole a resurgir con la mayor de las resiliencias que jamás se haya adoptado en el mundo.

Edgar Morín, el centenario filósofo francés, hombre brillante con ideas lúcidas y que ha vivido todos los puntos de inflexión que la sociedad ha tenido en su historia, nos regala en su obra “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. Ideas y claves que hablan acerca de lo que los comunes mortales odiamos: la incertidumbre. Lo que parecía previsible y calculable, ha dejado entrever la fragilidad, la finitud y la falta que certezas de la humanidad y sus contextos. Nos encanta planear, es indudable, eso nos regala seguridad emocional y con ella, el control de las situaciones que vivimos a diario. El mañana y futuro que muchos planeamos hace más de dos años, hoy es espacio de discernimiento y reconstrucción de estrategias.

La incertidumbre forma parte de la estructura de la sociedad, no es coyuntural, porque siempre está presente, acompañando a todos los eventos fortuitos o no que en el mundo se suscitan. Esta vez, he querido abordar este tema, como aliciente para todos aquellos que vivimos esta etapa de no saber qué va a pasar, si todo juega en nuestra contra. Precariedades de todo tipo: desempleo, para variar; un gobierno sin rumbo, ¡nada novedoso!, por cierto; desánimo, como es lo normal en este tipo de situaciones y; muchos planes sin concretarse, pero con ideas brillantes.

El ser humano siempre ha concebido el futuro como el tiempo del cumplimiento de una promesa, que algún día se hizo a sí mismo, o la que alguien le ofreció cumplir en función de sus méritos o de no sé qué, pero que ha estado presente en su mente y en su corazón. Resulta que ha llegado el tiempo y la promesa que debía ser sinónimo de crecimiento y desarrollo, no es más que angustia y ansiedad; no sabemos que pasó.

¿Quizá definimos mal el concepto de progreso o futuro? O tal vez ¿Queremos securizar las incertidumbres? Lo cierto es que ahora, estamos como Dartañan de “Los tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas, “admirando de que hilos frágiles y desconocidos están suspendidos los destinos de los pueblos y la vida de los hombres”, porque todo en un giro inesperado cambia de rumbo y nos asola el miedo, la incertidumbre y la fatiga.

La comodidad del presente eterno hiperconsumista, la “happycracia” o la obligación a ser feliz, el grado de presunción que las tecnologías nos generan y la impavidez ante el dolor ajeno, opacan deliberadamente la incertidumbre; que no permite presentificar el tiempo y el espacio para actuar en consecuencia hoy. Todo esto producto de la aceleración de vida que llevamos, que se refleja en los cambios sociales que vemos a diario: valores y actitudes, modas y estilos de vida, ideologías y un sinfín de cánones diseñados por conveniencia.

La incertidumbre nos ha obligado a contraer el presente y a dilatar el futuro, es decir, no vivir el hoy plenamente pensando en el futuro, que, dada la incertidumbre innata, no sabemos si vendrá. Este círculo vicioso nos arroja a la ansiedad, a la insatisfacción e infelicidad de todos en todo.

Es importante afrontar la incertidumbre porque forma parte del aprendizaje de la vida, sin resignarse al escepticismo absurdo que nos conlleva a la mediocridad. Al respecto, Morín plantea tres elementos importantes para asumir la incertidumbre: en primer lugar, debemos ser conscientes de la ecología de la acción, es decir, que el resultado mediato de nuestras acciones se escapa de nuestro control, produciendo quizá resultados contrarios a nuestros propósitos iniciales. Como segundo punto, propone diseñar una estrategia flexible y con vocación de análisis, adaptable al contexto y a los objetivos. Y, por último, apostar, que no es abandonarse al azar, sino comprometerse con la idea y un horizonte de esperanza.

Lo anterior, como es obvio, no es receta mágica, sino que viene dada por la experiencia y el grado de convicción que se tiene por una causa. En este aspecto, Pascal diría que su fe provenía de una apuesta. Esta apuesta se generaliza para cualquier tipo de fe: fe en un mundo mejor, fe en la justicia y el derecho, fe en los hombres y mujeres de bien, así como también, fe en un ser superior.

Si apostamos al compromiso y la convicción, la incertidumbre será siempre nuestra compañera de viaje, cada giro inesperado y nocivo en nuestros planes, hará que las decisiones tomadas mejoren el diseño de la estrategia planteada, modificándose en función de los riesgos y los cambios de contexto que el mundo, las personas o el azar nos presenten.

Para terminar, es importante redefinir los conceptos de progreso, seguridad y bienestar que hemos diseñado en nuestra mente, para no incitar la incertidumbre, sino por lo contrario, que forme parte de la estrategia planteada.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

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