Aunque el Estado se vista de seda…

Aunque el Estado se vista de seda… Enterado de la labor social que ella, analfabeta y madre soltera de siete niños, había hecho rescatando a más de setenta y cinco mil niños de las calles, el entonces presidente le pregunta: "Sara, ¿en qué le puedo ayudar?"

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Amante de la ciencia, la política, el andinismo y la filosofía. Educación superior en Física. Autoformación permanente en Filosofía, Lógica, Historia y Política. Ex activista, ex militante de izquierda y ex dirigente estudiantil. Defensor del emprendimiento. Casi un ordoliberal.

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Palabras clave: Conservadores, Estado, Socialistas, Madre Facundo Cabral

Las etiquetas sirven para simplificar conceptos en el eterno vaivén del ‘nosotros’ y ‘los otros’. Nada nuevo bajo el sol para nuestra especie. Esa falsa seguridad de identificarse como parte de un grupo esconde profundas raíces evolutivas. Es habitual también que tales identificaciones se hagan no en términos constructivos sino en oposición del contrario. El mejor ejemplo de esto son esas etiquetas políticas que nadie sabe en realidad qué mismo son, pero tienen muchos adeptos. Hablamos por supuesto de la ‘derecha’ y la ‘izquierda’.

Sin embargo, en estas líneas no entraremos en ese terreno, haremos algo aún mejor, vamos a meternos con socialistas y conservadores, grandes representantes de cada lado.

Socialistas y conservadores se diferencian en últimas instancias en una sola cosa: la existencia o no de propiedad privada.

Seguramente matizará alguien aquí que su corriente socialista habla de la propiedad privada de los ‘medios de producción’. Matiz que se aceptará si es capaz de definir tal concepto en sociedades como las actuales (y las anteriores incluso) donde las antiguas fábricas o las líneas de producción pueden ser alquiladas por costos marginales, desechadas y reinstaladas nuevamente en cualquier lugar del mundo, o no se diga ya que explique cuáles son esos medios de producción con los que se han hecho las fortunas más grandes del mundo. ¿Cuál es el medio de producción de Amazon o Facebook? ¿Por qué los primeros en expropiarse durante la URSS fueron los pequeños propietarios agrarios? Por otro lado, algún miembro de cierta corriente conservadora diría que la propiedad no es lo más importante que los distingue sino los valores morales y la protección de cuerpos intermedios como la familia o la iglesia. Lo cierto es que la iglesia católica defendió durante siglos de manera oficial que las actividades vinculadas al comercio o la banca eran moralmente ilegítimas. Varios concilios prohibieron sobremodo el crédito y calificaron de herética a cualquier sociedad que la aceptase. Es decir, sin el concepto de propiedad ya podrían socialistas y conservadores abrazarse en nombre de las bondades de la pobreza y la hermandad de los hombres pregonada, no el Manifiesto Comunista, sino en el Sermón de la Montaña. ¿Por qué no hay mares de conservadores enlistándose en el Partido Socialista si la propiedad privada no es un asunto central? Pues bien, porque lo es. Cerremos este párrafo mencionando que hay conservadores ateos y socialistas católicos.

Indaguemos un poco en cada corriente desde sus ideales y propósitos más básicos. Quienquiera que haya leído a Marx o sus discípulos sabe que el comunismo sólo existirá en el momento en que todo el planeta sea socialista. Sabrá también que, bajo estas líneas de pensamiento, el estado en últimas instancias debe ser eliminado porque no es más que una herramienta de opresión. No se digan los socialistas de otras líneas que son abiertamente contrarias a la existencia del estado. El objetivo fundamental del socialismo es crear una sociedad sin explotados ni explotadores donde la riqueza sea poseída por quién la genera. “De cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades” sería el principio rector de la fase superior del comunismo. Introduzco a propósito el cambio de término en este punto, porque si bien Marx reconoce esta finalidad última en la práctica termina construyendo toda una estructura para justificar el camino al socialismo a través del uso sistemático del estado moderno que parte de la toma de los ‘medios de producción’ y la economía de planificación centralizada, y es esto lo que diferencia a un comunista en específico de un socialista. Si ya luego, se reniega del uso de la violencia y se propone el establecimiento de esa sociedad por vías electorales estaremos en presencia de la socialdemocracia.  

Pasemos a hablar de los conservadores. Algo un poco más complicado porque, pese a que nace muy cercano al socialismo, el conservadurismo es mucho menos conocido. Podemos remontar la noción moderna de conservador a todos quienes vivieron con espanto las cruentas escenas que siguieron a la revolución francesa. Mientras los socialistas, dígase los bolcheviques, vieron en los jacobinos una inspiración, los conservadores vieron allí a sus más grandes enemigos. Durante la revolución francesa se llevó a cabo la mayor empresa idealista de la historia: desde los calendarios hasta las religiones fueron hechas desde las ideas de unos pocos olvidando casi por completo la experiencia previa. Muy parecido a lo que ocurre hoy en día cuando se cree que por el hecho de que algo sea una construcción social esta puede ser disuelta y recreada a voluntad. Para los conservadores no existe aquello que no se haya probado empíricamente. Creen que los avances se realizan de forma marginal desde los núcleos de organización espontánea de la sociedad como la familia, los sindicatos, las iglesias, los hogares, las leyes, los mercados, etc. Esta última línea es clave para diferenciar a un revolucionario de cualquier estilo con un conservador: los revolucionarios buscan extrapolar a ‘nuevas’ leyes generales sus propias concepciones mientras que los conservadores creen solamente en los cambios aceptados de forma voluntaria desde sus núcleos de organización o desde la propia voluntad individual. De aquí, quién busque imponer su religión por la fuerza a otros podrá ser un gran hombre religioso o tradicionalista a vista de sus correligionarios, pero de ninguna manera podría ser un conservador. De ahí mismo se desprende que las burguesías criollas de américa latina no puedan ser llamadas conservadoras cuando en su génesis está el abuso contra comunidades previas en primer lugar, sus conversiones forzosas a la iglesia o ya luego la traición a la corona y el levantamiento de empresas mercenarias al estilo bonapartista (quién se jactaba de imponer por la fuerza las bondades de la revolución francesa). ¿Son, aquellos que quieren meter al estado en los hogares, realmente conservadores? El conservadurismo es una actitud que ve en los cambios violentos o forzosos un retroceso al estado primitivo salvaje de nuestra especie, a los tiempos en que ni las leyes más básicas de los comportamientos sociales, como la sanción social a las relaciones endogámicas, habían sido formulados. Esto implica que cada sociedad sigue un ritmo propio de aprendizaje y no pone en riesgo lo que ya tiene y ya conoce por encima de aventuras no probadas. El riesgo, para los conservadores, es una decisión individual cuyo resultado puede ser usado o no por el resto de la colectividad. El conservador busca un cambio sólo de forma gradual y cuando el estado de las cosas manifiesta una deficiencia, y esa deficiencia, nótese, es a final de cuentas una decisión introspectiva.

En este punto, el lector atento pudo haber notado que pueden, en efecto, existir ciertas expresiones de comunitarismo de carácter conservador. La definición de ese lugar de no interferencia y en el que no se puede ejercer la voluntad ajena salvo por decisión propia, es la propiedad privada. Su existencia o no es, por tanto, ese punto de mayor pugna entre un conservador y un socialista. Un conservador podría decirle a un socialista que haga comuna de su propiedad siempre que no se meta en la suya. Así como un socialista le podría decir que mejor resuelvan la disputa en una asamblea general. Ahora bien, con la aparición del estado moderno, tanto los ideales de un lado como de otro han sido usados por los estatistas como caballo de troya para la instauración de regímenes autoritarios. Repasando de nuevo, si una sociedad avanzó hasta la constitución de un régimen absolutista en el marco del respeto de los cuerpos intermedios, en principio un conservador lo apoyaría. Si hay que organizar la economía y dar a cada cuál según sus necesidades, el estado bien puede ser un instrumento útil. Pero aquí hay un problema. La Ley de Hierro de la Oligarquías, formulada por sociólogo alemán Robert Michels, impide que tales pretensiones lleguen a buen puerto en grandes escalas. Todo movimiento popular de masas termina burocratizado más pronto cuanto más grande es el número de miembros que adhieren al mismo. Los socialistas, queriendo cumplir su ideal y tratando de usar al estado como el instrumento transitorio terminan acumulando en pocos individuos mayor poder político y económico que el que había antes de la revolución. Los conservadores que intentan imponer sus valores morales con la fuerza del estado terminan rompiendo los tejidos sociales y creando en su seno a una oposición revanchista que vendrá a usar ese mismo poder para destruir esos preceptos morales y reemplazarlos. Así, las revoluciones terminan condenadas al fracaso el momento que se otorga el poder al gobierno provisional revolucionario que se termina eternizando en él.

Hoy en día, tanto los ideales del socialismo como del conservadurismo no son sino puntas de lanza de nuevos grupos que tratan de tener el apoyo popular para llegar y hacerse con el control del estado. Muchas veces saben muy poco o nada de los ideales que pretenden defender, e igual no les importa, su objetivo está en la rapiña porque no son sino estatistas de corazón que secuestran ideologías, que las usan y desechan etiquetas en función del viento. Nótese que la ley de hierro se establece para grandes estados y que en microestados el control sobre los burócratas desde la población es totalmente viable. Cabría preguntarse, ¿cuál es el límite de personas en la cual se mantiene o se pierde ese control? ¿cuál es el límite en el que las relaciones y el tejido social pueden protegerse de los inquisidores de la moral en turno? Quizá la respuesta esté en los estudios que lleva a cabo Robin Dunbar, quién ha teorizado sobre la cantidad de personas con las que podemos relacionarnos plenamente en sistema social estableciendo el número, redondeando, en ciento cincuenta. Por lo pronto, y en un acto de justicia, podemos decir que tanto socialistas, conservadoras, tradicionalistas, comunistas y muchas otras expresiones de la imaginación humana para organizarse, pueden existir incluso con el estado moderno, pero solo bajo un orden específico que ha de tener ese estado moderno. Es decir, bajo una serie de reglas que se derivan empíricamente pueden crearse estados relativamente grandes en dónde coexisten exitosamente diversas expresiones sociales. En otras palabras, existen equilibrios locales que permiten el desarrollo pacífico de pequeñas sociedades socialistas o de todo tipo, incluso fascistas, en dónde no se traicionan los principios de sus integrantes al mantener estos el control sobre la burocracia que aparece para controlar el aparato estatal, y esos equilibrios locales pueden incluso expresarse bajo la unidad de un estado nacional si y solo si ese estado tiene un orden jurídico-económico-político de nivel constitucional específico (que no será discutido sino apenas tocado como inquietud aquí).

En conclusión, quizá es buena idea recuperar los conceptos, apartarlos del reduccionismo binario y plano de las campañas de propaganda, dónde usualmente estamos en contacto con ellos. Quizá es buena idea conocer al otro fuera de la caricatura que nos creamos o nos dejamos crear de ellos. Y sobre la actitud hacia los estatistas de corazón, que suelen esconder su hambre de poder en buenas intenciones, se me viene a la mente las palabras de Sara Camiñas al presidente argentino Raúl Alfonsín. Enterado de la labor social que ella, analfabeta y madre soltera de siete niños, había hecho rescatando a más de setenta y cinco mil niños de las calles, el entonces presidente le pregunta: <<Sara, ¿en qué le puedo ayudar?>>; a lo que la madre de Facundo Cabral le contesta <<Con que no me joda es suficiente >>.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa

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