Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.
Los días siguientes fueron terribles ¿qué hacer con el tiempo que tenía destinado para alguien cuando ya no está? Era la pregunta que retumbaba en mi cabeza, quizá direccioné mal las atenciones que realicé a aquella mujer que había robado mi ser. Sin embargo, su recuerdo me mantenía feliz, era como un remedio de aquellos que dicen que proviene de la misma enfermedad, y que solo ella me lo podía dar.
Siempre quise saber e identificar qué fue realmente lo que me impactó, si desde el primer instante sabía que más de allá de un pasatiempo y sexo fortuito, no pasaría. Empecé a mirar atrás con lujo de detalle.
Dicen que Shakespeare es el escritor más romántico que existe en la Historia – preguntaba ella al viejo vendedor de libros antiguos y usados, que tenía su puestito en el lateral de la iglesia – él, como viejo zorro y experto en enamorar inexpertas, lo corroboró. Por supuesto, con el objetivo de darle la razón a su potencial clienta y también porque había visto en ella esa debilidad por la Literatura Romántica y presa fácil para cualquier hombre versado, pensando que podría caer sin menor esfuerzo ante sus artilugios amorosos.
Aunque pensándolo bien, yo era igual a él -que el vendedor de libros-, porque sabía el arte de amar, de enamorar. Desde el instante en que la escuche, pude deducir que sería la próxima víctima de este juego macabro en el que conseguiría lo que quisiese. Su voz era débil e insegura. Tan solo ahora, después de experimentar en carne propia lo que había hecho con tantas experiencias fallidas, puedo decir lo que se siente ser engañado con tanta alevosía.
En fin, no sabía si era amor o un ego herido, creo que era la combinación de las dos cosas, porque no hay nada peor que la vanidad humillada, y en los hombres es peor.
Yo creo que más que romántico, es el más trágico y violento- respondí yo- a la pregunta que ella hacía al vendedor, ojeando algunos libros destartalados que estaban justo en el escaparate de la sección romántica.
Recordemos la historia de Romeo y Julieta – continué – ese fugaz y efímero amor que termina en una ridícula muerte, o a Macbeth, cuya ansia de poder lo llevan a la tumba. Que decir de Otelo, a más de los celos, la envidia y el poder, su historia termina en tragedia.
Aunque me gusta mucho su estilo – proseguí – porque su pluma y mi historia tienen mucho que ver. Al final siempre le pongo mi estocada personal – concluí -. Ella sonrió un tanto avergonzada, no sé si por su ignorancia develada o porque formaba parte de su estrategia muy bien planeada.
Cuando fui estudiante, en la clase de Literatura nos habían hecho leer algún compendio de Shakespeare, formaba parte del proceso pedagógico del sistema de educación que había en ese entonces, y como trabajo final tuvimos que hacer la representación teatral de Romeo y Julieta. Trabajo que me encantó porque siempre me gustó combinar el verbo y el amor, porque con el verbo se puede enamorar. Digamos que es una fórmula que no falla y en eso, siempre me distinguí de los demás. Representar la obra me ayudó a espabilar los miedos.
De hecho, si hubiese vivido en la época de Shakespeare – repliqué a mi nueva conquista- me hubiese encantado recomendarle que le baje el tono trágico a las novelas y obras de teatro y se concentre más en el romance y en los finales felices. Al menos, en este tiempo nos encanta eso, el amor y los finales felices – concluí mi segunda réplica con un pícara sonrisa -.
Tal fue el asombro de la chica al ver la seguridad con la que hablaba, que se quedó muda; tan sólo allí pude comprender lo bien que me hicieron las clases de Literatura, al fin, le había encontrado sentido tanta lectura y bagatela literata. Me regodee en el fondo, como quien se alegra de que su forma de ser, agrade al resto y te vean interesante. En realidad, era orgullo nocivo de mi picardía.
¡Qué ironía de las circunstancias! A ese puestito siempre iba a buscar libros que me despejasen las dudas que el mundo me planteaba todos los días. ¿Quién soy? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué sentido tiene luchar por un ideal o un sueño? Pensando que los libros tienen las recetas mágicas que adormecen las historias personales y las mantienen en una caja de cristal, para verlas desde afuera, pero sin poder tener acceso a ellas, y ante esta desventaja, amoldarlas a ciertos estereotipos de vida que anhelemos o que vemos en otros de la misma forma, desde fuera.
¡Qué ironía! Los libros no me dieron la respuesta, ella lo hizo. Lo irónico es que me dio tantas respuestas sin decir ni una sola palabra, solo con su sonrisa y su arte de saber escuchar.
Sin darme cuenta empezaba una nueva historia, a diferencia de las anteriores es que ésta, sí sería de amor. Después de unas miradas que comen y desnudan, ella alabó su suerte de haber encontrado a alguien que le ayude con el trabajo que venía a hacer a esta ciudad, con una mañana de sol lluvioso y nubes prometedoras.
Me pidió que le contase el final alternativo que hubiese escrito yo para la tan famosa Romeo y Julieta. Jamás en mi vida imaginé que alguien me daría la oportunidad de dar rienda suelta a mi imaginación. Ella fue.
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