Tertulia Navideña

Cuento de Navidad de Alvaro Peña

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Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.

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La semana fue bastante pesada para Martín, los ajetreos de las fiestas navideñas lo tenían impaciente. Eran muchas cosas las que tenía en mente y casi ninguna ha realizado, porque el tiempo no le daba, ni los bolsillos se ajustaban. Entró al bar de siempre. Compró su cerveza como de costumbre y se sentó a escuchar la música, aunque no era de su agrado, optó por relajarse. No tenía otra opción.

En la mesa vecina surgía una acalorada y muy interesante tertulia entre tres amigos, al menos supuso que eran amigos, por la confianza en que se trataban y la libertad con la que hablaban de la vida. Discutían sobre el regalo de navidad que debían comprar para el intercambio del fin de semana siguiente. Por los discursos que escuchó, pudo definir que entre ellos había un ateo, un religioso católico y un creyente no practicante. Empezaron criticando a los jefes, como siempre son la comidilla de las reuniones, de la hipocresía que siempre surge en estas fechas y el esfuerzo que debían hacer para salir victoriosos de toda esta pantomima que el ateo, con total arrogancia y despecho, definió a la navidad.

El ateo predominaba la charla, trajo a relucir la porquería de regalo que le dieron el año pasado. Odiaba las corbatas y más aún los colores amariconados que no le van bien con su personalidad, ni con sus gustos, pero haciendo de tripas corazón, tuvo que estrujar con fuerza el abrazo a su amigo secreto. Lo hizo a propósito, pensó. La borrachera de más tarde, alivió el desencanto.

Comparó el festejo navideño de la empresa con la cena familiar, concluyó que se no diferenciaba en mucho, ya que, con la familia, los enemigos son conocidos y llevan la misma sangre. En fiestas como estas, siempre se encuentran, en los cumpleaños de los abuelos, y por supuesto, en los funerales de los parientes. Mientras terminaban una de las rondas que tenían en la mesa, hizo una pregunta: ¿por qué celebrar una fiesta que ni nosotros mismo la entendemos y muchos la odiamos? Todos asintieron con un “no sabemos”.

Esto no es más que un invento del sistema, continuó. Es propicio para fomentar el consumismo, para vaciar los bolsillos y que el pobre siga siendo pobre y el rico más rico. El asunto de la navidad no es más que un evento para dejarnos chiros, pero contentos. A cuenta del amor al prójimo, del nacimiento del niño dios y de un sinnúmero de inventos para tenernos alienados. Sigo pensando que esto no es más que una etapa más del ciclo del año y que no se le debe prestar mayor atención, sin embargo, estaba consciente de que, no podía eludir ninguno de estos acontecimientos, porque sin querer estaba inmerso en ellos.

En el ínterin de tan amena charla, otro de los tres, al que Martín lo definió como religioso católico, comentó que no debían ser tan radicales ni ortodoxos con la forma de pensar. Que, si bien es cierto, la navidad es una época religiosa que se celebra el nacimiento del redentor del mundo, todos los que nos han precedido, han hecho bien, en fijar esta fecha para la reconciliación, el resurgimiento y un nuevo nacimiento. Son alegorías para empezar un nuevo ciclo y con él nuevos propósitos y una mejor forma de vida. Uno de ellos (el ateo), sarcásticamente lo increpó justificándolo por ser religioso católico.

Él, no desmintió tal aseveración, aduciendo que Dios lo ha ayudado mucho y ama la navidad, porque a más de celebrar el nacimiento de Jesús, recuerda con nostalgia y las épocas más felices de su niñez, con regalos, fiestas y celebraciones en la escuela y en la familia; además el ser creyente no era así nomás, Dios había obrado en su vida, y que, como fiel devoto, cumple, observa y agradece todas las bondades venidas del cielo. Después de tal réplica, hubo un silencio corto, en el que le daban la razón, porque lo conocían de muchos años, y habían visto muchos milagros en su vida.

El último amigo (el creyente no practicante) retomó la conversación justificando su gusto por la navidad. Pensó y dijo que la navidad no es lo que nos han hecho creer. Más allá de quien la inventó o cuál fue el verdadero propósito, siempre es una fecha para mejorar, limar asperezas con sus enemigos y sobre todo compartir, también es una temporada para conocernos como seres humanos. Adujo que todo acontecimiento era propicio para conocer a quienes nos rodean. La familia como toda organización social, no es perfecta. Así como los amigos y conocidos.   

Pidieron al mesero una ronda más, dijeron que era la última, sus tonos de voz ya daban signos de que el licor estaba haciendo efecto y debían retirarse. En casa, les esperaba otra replica de reclamo a la que no estaban dispuestos a tolerar. Martín por su parte, dubitativo pensaba todo lo que escuchó e hizo un análisis profundo. Todo lo que sus vecinos dijeron era verdad, pero había en él algo más, que siempre le llamaba la atención celebrar navidad. Sus vecinos hablaban desde el odio, el resentimiento, desde lo que les ha tocado vivir. Y de cierta forma, es comprensible.

No podemos dar nada de lo que no tenemos y eso notó en ellos. Por supuesto, con él la situación no ha sido muy diferente, ni un cuento de hadas, más bien se identificó con sus posturas respecto de la navidad, sin embargo, en Martín hay un resquicio de esperanza, de amor. Aspira cada vez a mejorar, de hecho, anhela a diario ser mejor persona, entender al otro, discernir entre lo que parece bueno y lo que realmente es.

Terminó su última cerveza y decidió que esa navidad sería diferente. La navidad es lo que uno quiera que sea. Él dejaría nacer todo deseo bueno que ayude a mejorar el mundo, pero también que debía dejar crecer ese deseo bueno, y que los frutos sean obras, así mismo, buenas. Con un “feliz navidad” se despidió del mesero, que también era su amigo.

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