Hacia una educación más humana

Realiza una crítica a la educación tradicional y un análisis de una educación más humana como alternativa

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Naturalista, animalista y activista. Autor de mi propia historia. Soy un alma vieja que anuló el ego para evolucionar en un nuevo ser humano. Mi aporte a la sociedad está en la empatía, ser buena persona y ponerme a diario el uniforme de piel humana. El autoconocimiento y la sabiduría son una lucha constante.    

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La docencia no solamente debe satisfacer las necesidades de los educandos, sino también cultivarlos para la trascendencia mental y social. Se supone que el área educativa está a la avanzada de la cultura, pero su aporte se ha enfrascado en enseñarnos a sobrevivir, lo que es insuficiente para el bienestar común. Es como si su función estuviese amputada.

Muchos sociólogos cuestionan que estamos viviendo una crisis civilizatoria. Urge un cambio de conciencia masivo que no se logra con el sistema pedagógico tradicional. Hace falta un nuevo enfoque educativo, pues ha sido concebido como un negocio, cuyo principal cliente es el estudiantado, y, por otro lado, está el sindicalismo de la educación que únicamente le preocupan los salarios magisteriales. Mientras tanto, muchos docentes padecen otros problemas de fondo como: depresión-enfermedades sicosomáticas-desmotivación y desvalorización. Para ingresar al sistema educativo, los profesores deben contar con mística de servicio humanista y holístico.

Hay que erradicar el viejo modelo de educación que enseña al estudiante a ser repetidores de información trivial y que obliga sólo para cumplir con los currículos. Precisa instruir para la vida, el crecimiento personal y el desarrollo humano. ¿Cómo sería una educación más humana? En los modelos académicos falta una verdadera noción de transformación. La humanidad necesita una metamorfosis para pasar de un «estado mental larvario» al de una «mariposa» evolucionada. Somos como «aves de corral» sin darnos cuenta que realmente somos «águilas» con un gran potencial. Hay un empeño por mantener a la gente ocupada, menguando la libertad de creatividad, investigación y acervo cultural.

El sistema educativo actual es clientelar porque dogmatiza, adoctrina y aliena las mentes de los más jóvenes. No tiene la intención de educar, ni de ilustrar. Nos enseñan a memorizar fechas del pasado, pero muy poco nos enseñan de amor. Hay que formar para el amor. Ninguna sociedad quiere que seas sabio, ni libre. Si las personas son sabias e inteligentes, no pueden ser explotadas, manipuladas, ni forzadas a vivir mecánicamente como robots.

Cuando se educa para el amor, los estudiantes buscarán su individualidad y llevarán a su alrededor la fragancia de la rebelión. Amarán vivir en libertad, y la libertad viene con sabiduría. La inteligencia desarrolla habilidades que permiten cuestionar todo. Es peligroso para el sistema, sí, sobre todo para los que están en el poder, los Estados, los eruditos, para todo tipo de opresión y supresión. Un hombre sabio es fuego puro, una llama viva. No vende su vida, no es servil. Prefiere morir que convertirse en un esclavo. Ahí radica la transición de su conciencia.

Hablar de una educación más humana es preguntarse ¿qué es ser humano? El homo sapiens está concebido como un ser superior, pero no deja su instinto primigenio. Se vuelve demente sino va de la mano con la parte afectiva. Vivimos en una cultura poco solidaria y empática, donde prima la competitividad y el individualismo. El mundo moderno necesita retornar a su esencia, al sentido de colaboración, a estar conectados con la madre Tierra. Es mejor hablar desde el nosotros, que desde lo absorto del yo egoísta. Hay una falta de interés espontáneo por el bien común. Somos descendientes de homínidos primitivos que nos convirtieron en predadores crueles, bárbaros e insensibles. La sociedad moderna está enferma. Es un mal intrínseco que genera neurosis colectiva, deshumanización y explotación entre nosotros mismos.

El dominio de la razón y la arrogancia quieren estar por encima de la comprensión y el entendimiento. Levantamos toda clase de banderas para exaltar las acciones humanas. Se necesita una educación emancipadora que ayude al autoconocimiento. No se puede ser una buena persona, sin antes reconocer que se fue una mala persona. Redescubrir el amor a Dios va más allá del dogma y la lucha por los ideales, está en buscar la verdad y la justicia.

Hay que esforzarse por ser mejores personas. Para atravesar la barrera del ego, que se confunde con autoestima, se debería educar en valores:  es el sendero de perfeccionamiento emocional, las nuevas formas de pensar; el desarrollo de un cerebro racional, contemplativo y espiritual. Si formamos gente sana, tendremos seres virtuosos, benéficos y aptos para crear una sociedad armoniosa. La política pública debe tenerlo como prioridad. Gobernar es educar, es algo más que trasmitir conceptos y palabras. El aparato institucional está en crisis. La muerte de la civilización no es la desaparición de la gente, sino la muerte de un sistema obsoleto en cuanto a las viejas formas de pensamiento y de comportamiento.

La educación más humana es un renacimiento cultural porque crea una oportunidad para todos. Así, tiene varias misiones como enseñar a pensar, a convivir y a ser más humanos. Hay que introducir la misma visión en todos los servicios educativos, la sustentabilidad, el amor por la Naturaleza, etc.

Permanecer en la ignorancia no es ignorar cosas, es no darnos cuenta de lo que pasa alrededor. Nos enseñan a pasar asignaturas y nos promueven para ir a trabajar. Nos preparan para subsistir, pero perdemos el sentido de la vida, como si fuese más importante estudiar para los exámenes y ser diestros en Matemáticas, Física o lo que fuere. Se nos capacita para un fin material, para obtener un título académico y no para el desarrollo personal.

Educar quiere decir, sacar de dentro. Es decir, no somos cubos vacíos que hay que llenar, sino fuegos que hay que encender. Hay educadores muy talentosos, pero también hay una diferencia entre ser profesor y ser maestro. Se nos enseñó a seguir un patrón repetitivo que nos trasmitieron las antiguas generaciones, dejando secuelas de lucha interna y externa, conflictos, miserias y desdichas.

 Absorbemos conocimiento del exterior, pero no vemos cambios internos. Nos enseñan a ser científicos, médicos y hombres de negocios. En una verdadera educación hay libertad y riqueza, pero no riqueza en bienes materiales; sino estabilidad mental, que es una de las mayores riquezas personales.

Ben era un niño de color que vivía en un hogar con carencias económicas, fue abandonado por su padre y quedó a cargo de su madre, destacó por su falta de raciocinio y serenidad. Un día su madre decidió que en casa iban a ver menos televisión y que leerían más libros. El joven Ben acudió a la biblioteca pública y se enamoró de la lectura.

Empezó a asistir a la escuela, obteniendo las peores notas. Su profesor de ciencias, era un verdadero maestro, creía que en toda persona hay grandeza y potencial. Un día el docente aparece con una piedra muy rara en la clase. Pregunta a sus alumnos, ¿saben qué es esto? Hay un silencio, nadie sabe excepto Ben, que alzó la mano y contestó: ¡Es obsidiana! Su respuesta supuso un antes y un después en su vida. Recuperó la autoconfianza, creyó en sí mismo. Pasó de ser el último de la clase al mejor de su escuela. Con el tiempo estudió Medicina. Se convirtió en el mejor neurocirujano infantil de la historia: El Dr. Ben Carson.

En 1987 hizo una operación separando dos gemelos siameses unidos a nivel craneoencefálico. Hasta ese momento, todos los procedimientos médicos realizados en infantes nacidos con malformaciones habían fallecido. Los dos niños salieron adelante y vivieron sanos.  El Dr. Ben aplicó técnicas pioneras en cirugía cardíaca y neurocirugía. En todo ser humano hay grandeza, hay una chispa interior.

Este artídulo nos lleva a reflexionar de que hay que crear espacios de oportunidad para que en el futuro, los estudiantes saquen a la luz el don de servicio a los demás. Yo pregunto, ¿qué herencia quieres dejar a tus hijos? ¿qué herencia recibiste de tus ancestros? El mejor patrimonio que alguien puede dejar son los valores, que son el hilo conductor de todo. Es algo trascendental porque va a marcar para toda la vida. Nacemos y morimos sin contar con una preparación previa. Sin esos principios rectores, actuamos con ambigüedad, bajo estrés, ansiedad, depresión y problemas, sin encontrar una solución.

Hemos de dejar una descendencia rica en virtudes, aprendiendo a desaprender; distinguiendo entre lo que está bien y lo que está mal; lo que corresponde hacer y lo que se debe evitar. Así los más jóvenes tendrán una brújula que oriente los comportamientos que van a regir a lo largo de su existencia.     

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