El discurso del grande

Cuento corto de Gabriela Celorio Obra: El discurso del grande

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Directora del medio de comunicación La Disputa, Gestora de proyectos de tecnología y de comunicación, Magister en Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, investigadora en el ámbito de la Comunicación y Educación. Escritora de narrativa y poesía por afición.

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Katharina bordeaba su pequeño barrio con su bicicleta, repartía el periódico a todos sus vecinos, sintió como algo golpeó su cabeza, era un tomate, fue a parar al suelo y escucho un grito que venía de una de las casas.Ya te dijimos que dejes de repartir ese panfleto niña.

Es mi trabajo señora, ¿Por qué me agrede?

-Ya verás cuando el grande gane las elecciones, todos ustedes asquerosos morirán, hoy él ganará.

La niña Katharina fue a su casa para que su madre la cure, entró en llanto.

– Te dije que ya no lo hagas Katharina.

– Mamá la situación cada vez es peor, necesito trabajar de alguna manera y ayudar con los gastos.

-Es nuestro trabajo traer el pan a la mesa hija, no quiero que te hagan daño.

Katharina besó a su madre y le prometió que no lo volvería hacer. Salió a jugar con sus amiguitos a la calle como todas las tardes. Muchos hombres con banderas rojas y el signo tan temible pasaban por el barrio gritando y celebrando su triunfo.

De ese suceso había pasado dos meses, cada vez el discurso del grande se apoderaba de cada oriundo de su barrio, ahora ya no eran solo tomates, eran piedras y agua sucia. Hija de esa pestilencia, asquerosa no te juntes con mis hijos le decía su vecina que, por suerte de ella había nacido en ese país, era blanca, era aceptada.

Los padres de Katharina y ella fueron obligados a tener una identificación en su brazo, cerraron su restaurante, ya nadie iba a comer ahí, porque sus compatriotas ya no tenían dinero y los demás ya no querían comer es su negocio desde que el grande había impuesto sus leyes.

El grande hablaba en las tarimas, decía que representaba a los obreros y a los empobrecidos, que todo era culpa de los que llevaban la marca en el brazo, que les habían quitado el trabajo. La mayoría le creía, la mayoría odiaba a gente como los padres de Katharina, la mayoría quería verlos muertos.

Luego de dos años, su barrio estaba tomado por los simpatizantes del grande, eran los chismosos que avisan a la policía donde se escondían los oriundos del país donde nació Jesús. Ese Jesús que decía que debemos amarnos los unos a los otros, pero Katharina ya no creía en Jesús, no podía creer en su existencia con tanto dolor y desesperanza.

Una noche la policía se enteró de los padres de Katharina estaban escondidos en los escombros de su restaurante y se los llevaron, el que algún día fue el profesor favorito de Katharina fue quien avisó a la policía.

En 1941 en la ciudad de Munich- Alemania, Los padres de Katharina desaparecieron y Katharina fue escondida en una casa de un alemán que detestaba las palabras del grande. Ese grande al que le decían el Fiürer.

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