1ro de Mayo: Un mar de reclamos en las calles, la posibilidad de reconstruir tejidos duraderos

1ro de Mayo: Un mar de reclamos en las calles, la posibilidad de reconstruir tejidos duraderos

0
Carlos Lima Autor

Activista sindical y pro masculinidades antipatriarcales. Sociólogo de la Universidad Central del Ecuador.

follow me

La estrategia cultural con la que los gobiernos y las élites han tratado de dividir a la sociedad consiste en construir comunicacionalmente dos sujetos diferenciados y en conflicto dentro de la clase trabajadora: los que tienen estabilidad económica vs. quienes no la tienen. Buscan que los primeros estén solamente concentrados en la urgencia de proteger los pocos derechos adquiridos y los segundos en obtener cualquier ingreso sin importar si esto implica la regresión de derechos.  

El sueño de las élites es que los de abajo sigan peleándose desesperadamente por migajas, mientras los de arriba se quedan con todo el pastel. Algunas organizaciones se encuentran levantando un proceso que permita crear una alternativa frente la lógica divisionista que desde las élites se ha buscado siempre imponer.  Dentro de las organizaciones sindicales, cada vez hay más sectores que miran como horizonte a la sindicalización por rama de producción, por ejemplo. Dentro de los sectores de la economía informal cada vez se fortalece el tejido organizativo de una economía social y solidaria, redes de comercio justo, cajas de ahorro, cooperativas, etc. Y similares experiencias en las organizaciones de mujeres, en los campesinos e indígenas.  

Poco a poco se construye un terreno fértil para la unidad de la clase trabajadora del campo y la ciudad. Sin embargo, para varios sectores precarizados durante los últimos años no es contradictorio que las élites sean las legítimas defensoras de los 6 de cada 10 ecuatorianos que se encuentran entre el desempleo y la precariedad laboral. Muchos han sido envueltos en el discurso de encontrarse perjudicados por la “rigidez” en la normativa laboral que defienden los espacios organizados de los trabajadores: “No hay mayor precariedad laboral que no tener empleo”, “los jóvenes ya no quieren estabilidad”, “se tu propio jefe”, etc., repiten en los medios hegemónicos de comunicación.  

Desde arriba se erige una estrategia que busca compensar la sistemática exclusión económica con inclusión cultural: darle glamour a la precariedad. Es una nueva manera de incrementar su poder y tasa de ganancia desprendiéndose de los gastos que implican las obligaciones laborales. Dentro de la población precarizada durante los últimos años, sobre todo en pandemia, se pueden distinguir dos corrientes respecto a las perspectivas sobre qué rumbo tomar frente a la actual crisis social y política: una seducida por posiciones de “mano dura”-al estilo Bukele o Bolsonaro-, y otra que apuesta por la solidaridad y cuestiona la desigualdad social. 

Con emprendedurismo cultural se fabrica el nuevo esclavo moderno que se siente libre, cómodo y sofisticado cuando se explota a sí mismo mientras demoniza a quienes se organizan y luchan por mejores condiciones laborales y de vida. Se siente libre cuando se somete ante un poder superior teológico que le autoexige evidenciar prosperidad y lo seduce para vivir como iniciativa propia la optimización de sus energías y emociones en función de un mayor rendimiento para el sistema. Siente su fracaso y el de las clases empobrecidas como algo personal y no estructural, no rechaza al sistema, se rechaza a sí mismo y a los dominados. En vez de revolucionario, se vuelve depresivo, con la libertad de exigir desde sus impulsos viscerales, calma sus carencias mostrando una armadura de crueldad; con el sentido emprendedurista de “no sacrificar la libertad ante la seguridad”, se está legitimando socialmente la presencia autoritaria de un Estado-delincuente, como el de México o Colombia. 

Cabe recalcar que sobre la base de esas capas radicalizadas hacia la derecha se ha legitimado la violencia política hacia las organizaciones que se han opuesto a las medidas de ajuste neoliberal.  

La marcha de este 1ro de mayo podría abrir la oportunidad de construir espacios sostenidos de resistencia a mediano y largo plazo. La lucha en las calles puede ayudar a identificarse con los sectores con los que se puede organizar una amplia unidad desde abajo, para reconstruir y fortalecer al tejido social que los tres últimos gobiernos han intentado debilitar progresivamente para naturalizar las inequidades y fragmentar los tejidos.  

Es probable que en esta movilización nacional se genere un escenario de conflictividad social similar al de octubre 2019. Se dé o no esta situación, sería importante que el mirarse cara a cara con un mar de personas vaya más allá de solo una marcha, y se visibilice la necesidad de tejer redes y sostenerlas en el tiempo, para, entre otras cosas, no permitir que se canalice los sectores precarizados hacia un rumbo neofascista como pretende hacer el emprededurismo neoliberal. 

Encuentra otros artículos del autor -> Carlos Lima

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

La Disputa, visita nuestras redes sociales:

https://www.facebook.com/ladisputaec

https://www.instagram.com/ladisputaec/

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí