Trump vs. Biden

EE.UU. La representación política no siempre está ligada al número de votos en una elección, la afectividad al discurso debe estar sustentada en hechos, así se ganan elecciones y se pierden reelecciones.

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Máster en Democracia y Gobierno. Sociólogo con mención en Relaciones Internacionales. Apasionado y eterno aprendiz de la Política Exterior de los Estados. Amante del campo, las buenas tertulias y el vino. Historiador frustrado. Conservador para unos, liberal para otros. De centro hilando a la derecha.

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Palabras claves: Representante, representado, participación política, voto, reelección, discurso, Trump, Biden:

El 3 de noviembre de 2020, dio por inicio las quincuagésimo novenas elecciones generales para la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Más de 160 millones de ciudadanos se dieron cita para ejercer su voto, el derecho más consagrado de la democracia representativa.

Varias fueron las alternativas para consignarlo, opciones que las democracias incipientes de América Latina tan solo lo imaginan. Las vías para los electores fueron desde el voto anticipado, pasando por el sufragio a través del sistema de correos (el cual terminaría siendo el caballo de guerra para la victoria de Biden), hasta acudir personalmente a los centros electorales.

Más de 4 días le tomó a la función escrutadora y en especial a los medios de comunicación hablar de un posible ganador. Es que el reconteo y el estrecho margen de diferencia entre los candidatos dificultó presentar oficialmente al nuevo residente de la Casa Blanca.

Trump proclamó desde el inicio de la contienda el haber hecho realidad su lema de campaña: “Make America Great Again”, el cual lo llevó a Washington el pasado enero de 2017; pero no le fue suficiente esta vez.

Sin embargo, aquí cabe una pregunta; ¿Trump perdió por falta de votos o Biden ganó por mayor representación? A simple vista, parecería que la pregunta es redundante, pero no.

Analicemos primero el mapa electoral que dio la victoria a los demócratas.

Si hablamos con base en la extensión territorial, lo primero es que el rojo republicano se lleva la victoria indiscutible, sin embargo, estos mismos estados no son los más poblados y es ahí donde radica la importancia de la representación.

Wisconsin, Pensilvania, Michigan, Georgia y Arizona serían las cinco plazas decisivas para que Biden llegue a la presidencia, todas ellas ganadas por Trump en su disputa con Hillary Clinton en 2017.

Si se revisan las cifras, la victoria demócrata en estos estados es mínima, lo que acentúa aún más la división del electorado y todo el país en general; lo que derivó en un evidente conflicto social.

Varios condados e incluso circunscripciones menos pobladas tienen algo en común y es que la gran mayoría, por no decir todas, son de índole rural, aquí aparece otro escenario que se puso en juego en el tablero electoral, lo urbano versus lo rural.

La retórica y el discurso de Biden abarcó a la perfección la forma de vida urbana cada vez más globalizada, con mucho mayor acceso a la información y con la absorción, a manera de esponja, de nuevas corrientes ideológicas, no en vano alcanzó una votación histórica de más de 74 millones de personas, una cantidad que ningún otro candidato Demócrata o Republicano haya conseguido antes.

Las grandes batallas sociales que se evidencian día a día en las urbes, tales como: la últimamente cuestionada despenalización del aborto bajo el mandato de Trump, la búsqueda de los derechos LGBTI, el combate contra el racismo, el anhelo de hallar una malsana y cuasi imposible igualdad económica, los denominados derechos de la naturaleza, el maltrato animal, entre otros. Son caldo de cultivo en las grandes urbes norteamericanas; donde Joe Biden puso especial énfasis en asegurarlas. Dejando de lado las relaciones sociales, el pensamiento, la economía y la forma de vida de la población rural; puesto que, al fin y al cabo, el flamante presidente demócrata deberá gobernar para todos.

Donald Trum por su parte, hizo lo propio, desde la campaña anterior en búsqueda de llegar por primera vez a la Casa Blanca, se inmiscuyó en la retórica del nacionalismo, la supremacía del hombre “normal, trabajador, religioso y de familia” estadounidense e incluso añadió a la receta una pizca de la doctrina Monroe “América para los americanos” solo que esta vez no hizo alusión a los intervencionismos europeos sino más bien al ingreso ilegal de los migrantes (y que aun así se consagró en éstas y las anteriores elecciones como el absoluto ganador en el estado de la Florida, siendo este uno de los principales bastiones de población latina) y por su puesto al bloqueo de relaciones tanto con medio oriente como con Corea del Norte.

No obstante, para muchos de sus electores estas palabras quedaron solo en discurso, y es que el presidente no está exento de los demás poderes y contrafuerzas que existen dentro de un gobierno; si no cómo explicar que en los 4 años de gobierno republicano el número de deportaciones haya sido menor que en cualquiera de los dos mandatos de Obama, cómo entender que el discurso de reforzar e incluso construir un muro financiado por sus vecinos mucho más imponente y agresivo que divide a su país con México no haya visto la luz, por citar apenas dos ejemplos.    

Y es que ya lo dijo Hanna Pitkin (política, teórica y especialista en el concepto de la representación).

La toma de decisiones de los gobernantes mantiene un grado de independencia respecto de los deseos del electorado.

La representación política sustantiva, supone para los representantes actuar por los representados “de una manera sensible ante ellos”; es decir, en función de los intereses de los representados.

Dado que no es posible conocer la totalidad de los intereses de los representados, el representante debe decidir entre actuar en función de los intereses de sus grupos de electores o en base de intereses nacionales; pero aquí cabe una puntualización adicional.

Los representantes pueden, o se encuentran en una encrucijada al actuar para el grupo de sus electores o para los intereses de la nación en general. En esta decisión se desarrolla una dinámica tensional que obliga a los representantes a sumergirse entre las aguas de los intereses particulares de sus representados directos o actuar con independencia en función de intereses generales.

Nuevamente se observa entonces que el voto afectivo, mismo que está ligado únicamente a la discursiva no cala en lo profundo de los electores si ésta no va acompañada con la ejecución de los ofrecimientos de campaña.

El no haber hecho que América sea grandiosa de nuevo, no le permitió a Trump obtener la reelección, quedando únicamente para traspasar el poder a un Biden que la tiene incluso más difícil.  

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

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