Diálogo y pacificación social

Opinión sobre el paro naciona

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Magíster en Estudios Latinoamericanos mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social. Analista en temas de comunicación, política y elecciones. Articulista de los medios digitales: Revista Plan V, Ecuador Today, Revista Rupturas, Diario del Norte y La Línea de Fuego.

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El diálogo es primordial en toda sociedad medianamente civilizada y democrática, pero resulta eficaz cuando se desarrolla con actores legítimos, no prefabricados al calor de la coyuntura para dar respuestas mediáticas a los cuestionamientos de momento, tal como hizo el Gobierno del Presidente Lasso días atrás al invitar a una veintena de “dirigentes” indígenas de organizaciones invisibles que hoy no dicen nada frente al paro de la CONAIE, por miedo o porque ellos sí lograron el redito que los otros no consiguieron. Este fue uno de los tantos errores cometidos por un régimen –ahora- acorralado y desde el inicio de su gestión débil de carácter, especulativo en la política pública, de estrategias cortas, impregnado de correístas en sus entrañas y en las del Estado y con una acrecentada fragilidad política producto también de malos asesores y una pésima comunicación.

Enemistarse e inobservar estas y otras críticas, desconectarse de la sociedad civil y perder la credibilidad son las peores faltas cometidas por un gobierno que sentó muchas expectativas en propios y extraños. Hoy este mismo gobierno errático no puede darse el lujo de hipotecar la democracia y su propia estabilidad, pues debe demostrarse a sí mismo, a los ciudadanos y a la comunidad internacional que no es un proyecto político fallido en el Ecuador.

El diálogo también es legítimo cuando se deponen actitudes, sesgos ideológicos y se dejan de lado el chantaje y la imposición como estrategias de hostigamiento, pues los acuerdos no se tejen en un ambiente de tozudez, demagogia y populismo como plantea desde la radicalidad de la tarima Leonidas Iza, Presidente de la CONAIE con su agenda de 10 puntos.

Iza es el máximo líder de unas protestas que con el paso de las horas y los días se enturbiaron por la presencia de actos delictivos y vandálicos que desdicen la tradición de lucha y coherencia del movimiento indígena al menos desde el retorno a la democracia hasta antes del 2019.

Tanto han mutado las expresiones de protesta que hemos pasado de un escenario de marchas y cierre de carreteras a otro violento de agresiones a la prensa, desabastecimiento de productos lo cual vulnera el derecho a la soberanía alimentaria, toma de instalaciones que dotan del servicios públicos a los ciudadanos, saqueos, amenazas de envenenamiento del agua en otras ciudades, extorción para la libre movilidad, vandalismo en los edificios de la Fiscalía y la Contraloría, y una “cuasi guerra de guerrillas” propiciada por jóvenes que operan como milicia civil en las calles aledañas a la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito, situación que ha dejado pérdidas económicas, heridos y muertos por los que todavía nadie responde.

La izquierda condena la violencia de policías y militares romantizando las acciones de sus heridos y muertos. Eleva –como ha sido su costumbre– a la palestra de dioses impolutos a sus víctimas. Sin ser autocritica con los promotores de la misma. Algunos sostendrán que la “violencia revolucionaria” tomó forma y que ahora es imparable sin asumir responsabilidad alguna de cualquier acto deliberado para asfixiar al Estado capitalista burgués al que muchos izquierdistas accedieron como funcionarios de distintos gobiernos.

 ¿Y todo esto para qué? ¿Para pugnar con su legítimo contradictor y reponer fuerzas luego de una década correísta de humillación y crisis existencial? Posiblemente, pero el objetivo político fue expuesto tanto por Leonidas Iza como por Gary Espinoza, titular de la FENOCIN. Iza dijo en su discurso en la Casa de la Cultura que no se responsabiliza de la caída del gobierno a causa de la no aprobación de su agenda de 10 puntos, “aquí son los 10 puntos y punto”. Espinoza fue más allá, instó a la Asamblea Nacional, la misma que tiene mayoría de oposición al régimen (UNES, PSC, PK, ex ID y otros) y que sacó por la ventana a Guadalupe Llori de su presidencia, a que aplique el artículo 130 numeral 2 de la Constitución, esto es destituir al Presidente de la República por “grave crisis política y conmoción interna”.

¿Es eso lo que buscan la CONAIE y sus aliados? Pareciera que el sentimiento de nostalgia por derrocar presidentes en el Ecuador ha vuelto y con él, la incapacidad premeditada de entablar vías de diálogo con sentido de país.

¿Cuál es la estrategia? ¿Crear en las calles este escenario de “grave crisis política y conmoción interna” para que una Asamblea de la peor ralea destituya al Presidente Lasso y se dé un golpe a la democracia desde el Parlamento? ¿Se está ganando tiempo en las calles a costa de las vidas de los propios manifestantes para conseguir los votos de los legisladores? ¿Acaso no habría sido más democrático que Iza y compañía activen el mecanismo constitucional de la revocatoria del mandato en apego al estado de derecho para evitar la crisis actual? ¿Aplicará el Presidente Lasso la muerte cruzada como medio de supervivencia temporal?

Hoy vivimos un cambio de época y el respeto que existía al movimiento indígena que representaba en las calles los intereses del país prácticamente está mermado. En su lugar la zozobra ganó terreno y con ella sentimientos divisionistas, sectarios y racistas en donde todos, absolutamente todos los ciudadanos son objeto de descredito por su condición étnica, social, política y económica.

Mientras esto ocurre, la sociedad civil representada en más de 300 organizaciones con amplia trayectoria en el país y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana realizaron sendos pronunciamientos en favor de la paz y el diálogo como tercera vía de encuentro para la resolución del conflicto. El Presidente Lasso respondió de manera favorable estas iniciativas, incluso viabilizando el ingreso de los manifestantes a la Casa de la Cultura y al Parque de El Arbolito, sitios que horas más tarde fueron epicentro de una nueva batalla campal. De su parte, Iza esgrimió nuevas condiciones y un discurso triunfalista y radical, pese a que la búsqueda de la paz no debe ser vista como una muestra de debilidad.

La radicalidad y las posiciones extremas dificultan no solo el camino hacia la paz social, sino también avivan las diferencias entre ecuatorianos, alargan las horas de una pacificación necesaria y profundizan las diferencias. Superar este descalabro requerirá tiempo, voluntad política y un nuevo pacto social impulsado por la sociedad civil.


El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

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