Activista sindical y pro masculinidades antipatriarcales. Sociólogo de la Universidad Central del Ecuador.
Criminalizar a los luchadores sociales del FUT y la CONAIE transmite un mensaje claro: para que el príncipe dictador —que incluso superó a su maestro de supuesta izquierda— convierta al país en su hacienda, necesita socavar toda esperanza de organización que proteja las mínimas condiciones del escaso empleo medianamente adecuado (25%) y toda esperanza de organización que conquiste nuevas protecciones laborales para el precariado del campo y la ciudad (75%), donde se encuentra la inmensa mayoría de la fuerza de trabajo campesino-comunitaria, sobreexplotada, con la cual se subsidia cerca del 75% de la producción de alimentos del país, como lo muestra el Sistema de Investigación de la Problemática Agraria del Ecuador.
El alza del precio del diésel no solo significa que tengamos que apretar el cinturón de nuestros ingresos en un 16% de la Canasta Vital (o de supervivencia), que alcanza a sustentar a la gran mayoría de la Población Económicamente Activa, como lo demuestra el Instituto de Investigaciones Económicas de la UCE; significa también un intento de sellar nuestra subordinación, para que no levantemos por un buen tiempo la cabeza, ni recuperemos la fuerza, las ideas y los anhelos propios frente a opresores numéricamente inferiores.
No les importa si realmente no existe subsidio a los combustibles, como ya lo demostraron los dirigentes perseguidos de los trabajadores petroleros, ni les importa el quinto río de esperanza plurinacional que germinó en Cuenca, ni la voluntad ambiental expresada en las urnas. Su ambición capitalista es tan descarada que parece dispuesta a sacrificar sus dos principales fuentes de riqueza: nuestro esfuerzo de trabajo y la madre naturaleza. Destruyen lo público para justificar su privatización.
El dictadorzuelo contemporáneo parece desconocer cómo conectamos con nuestra histórica dignidad, coordinada por el FUT y/o la CONAIE, en distintas épocas, al derribar dictaduras. Desde el Olimpo seguro no podrán escuchar, pero en cada espacio donde se está llegando al límite del maltrato y la explotación, se vuelve a murmurar la resistencia, organizando huelgas, paros o un gran levantamiento y/o huelga general, ahí mismo donde antes nos sembraban codazos y ahora cosechamos el reconocimiento fraternal entre compañeros. Por eso, gracias queremos darle, por permitirnos conocer la fuerza de la unidad en las calles, señor presidente.
Desde abajo los vemos, a usted y a los de su alcurnia, desenmascarados, asustados: no les molesta la criminalidad —con lo que tanto justificaron la subida del IVA—, sino un pueblo organizado que no se deja comprar ni chantajear, con la frente en alto. Les incomoda una Constitución que permite soñar en una patria realmente plurinacional, donde quepan todos y todas. Miramos con asombro que su llamada guerra interna está dirigida contra el pueblo organizado, y no creemos en sus narrativas de victimización, que es evidente en su supuesta estrategia de engaño un alarde de impunidad. Les incomoda los derechos colectivos, no quieren que exista una educación intercultural bilingüe, donde aprendamos a cultivar la necesidad histórica de supervivencia de nuestras hermosas y valiosas nacionalidades. Observamos cómo bajo la apariencia de combatir la criminalidad, se intenta poner en el paredón a la democracia y a nuestros derechos históricamente conquistados, tales como la consulta previa, libre, informada y consentida.
Una nueva página de la lucha de los de abajo contra los de arriba se está abriendo, esta vez más evidente que en el 19 y el 22. Nuestros pueblos -ante tanto atropello- tienen cada vez más claro que parir una dictadura nunca trae pan bajo el brazo. Y nos hemos atrevido no solo a volver al estado anterior de subordinación, como antes de que se elimine el subsidio al diésel. Por ejemplo, vemos que los avances en inteligencia artificial deben traducirse en liberación de fuerza social de trabajo, no en precarización, hambre y migración.
Dejen de estirar el resorte, solo despiertan nuestras esperanzas de dignidad. Dejen de sembrar miedo, nos están creciendo alas. No liberar a nuestros hermanos del pueblo Kichwa Otavalo de la manera criminal que lo están haciendo, en el marco de su estrategia de sitiar territorios como si fuera Gaza, responsabilizando a las víctimas, podría levantar a los millones de personas de las que habló Túpac Katari.
De autoritarios de todo tinte político estamos hartos, ya solo confiamos en nuestra propia fuerza: solo el pueblo salva al pueblo. Y por si no lo sabían, en ese sentido profundo no solo se encarna un pedido de un Estado plurinacional, sino la decisión de ponernos nosotros mismos a construir una civilización plurinacional que supere a la decadente actual. Les recordamos que las dictaduras han caído por su propio peso y que la resistencia de los pueblos siempre continuará.
Llegó la hora de luchar siendo realistas y conquistar lo imposible: 6 horas para trabajar, 8 horas para descansar, 10 horas para amar. Trabajar menos, trabajar todos, consumir cuidando a la madre naturaleza. Plasmar realmente el Estado plurinacional. No hay necesidad de estirar el resorte del conflicto social: ya se puede liberar trabajo humano, acorde a las condiciones y necesidades actuales de nuestra sociedad intercultural. Si no les parece, nuestra respuesta será igual de clara: si con la vida subsidiamos su riqueza, sostengan su prepotencia sin nuestra vida.
Efraín Lema
Kichwa Pasto, sociólogo, militante en organizaciones de pueblos y nacionalidades, de trabajadores…
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