La Disputa nace como una iniciativa comunicacional abierta y crítica, donde los diferentes pensamientos y actores sociales pueden expresar sus ideas, con el fin de promover la discusión de los diferentes temas que atañen a la sociedad ecuatoriana y global. En este espacio, el debate de las ideas será el contenido fundamental.
Esta fecha conmemora a las víctimas de la masacre obrera en Guayaquil que se dio el 15 de noviembre de 1922. Hace 99 años, la historia de la lucha obrera en Ecuador se vio marcada por un trágico escenario. Varios obreros fueron asesinados, mientras reivindicaban sus derechos laborales en las calles.
Debido a la I Guerra Mundial (1914-1918), la Economía en todo el mundo había entrado en crisis y Ecuador no era una excepción. El pueblo ecuatoriano demandó al gobierno la rectificación de las medidas financieras. Sin embargo, no obtuvieron resultado alguno. En consecuencia, las movilizaciones iniciaron en octubre de 1922.
Los empleados ferroviarios de la estación de Durán salieron a las calles reclamando sus derechos por condiciones laborales dignas y mejores salarios. El punto más crítico fue la primera semana de noviembre, cuando trabajadores de la Empresa de Luz, Fuerza Eléctrica y de Carros Urbanos exhortaron al gobierno que les dieran una solución a sus demandas. Poco a poco se unían a la lucha otros sectores obreros y de trabajadores.
Entre los puntos más importantes que los trabajadores solicitaban eran: mejoras salariales, aplicación de la ley que establecía una jornada laboral máxima de 8 horas, la cuál se había aprobado en 1916, y el anuncio de 30 días previos en caso de despido.
Las manifestaciones obreras se mantuvieron, mientras en Guayaquil no había servicio de luz y los mercados se encontraban desabastecidos. La Confederación Obrera del Guayas no mantuvo el control de la situación y la huelga general se hizo más fuerte el 13 de noviembre.
Represión de la Fuerza Pública
El 15 de noviembre de 1922, la situación se tornó más peligrosa, pues los oficiales de la Zona Militar de esta Plaza decidieron reprimir a los manifestantes sin haber recibido órdenes adecuadas del Ejecutivo.
El 14 de noviembre, el presidente José Luis Tamayo envió un telegrama al general Enrique Barriga Larrea, quien era jefe de la zona militar de Guayaquil. Este telegrama decía: “Espero que mañana a las 6 de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda Ud. autorizado”.
La mañana del 15 de noviembre, contingentes militares adicionales ingresaron a Guayaquil, al mismo tiempo los manifestantes iban llenando las calles. Debido a un conflicto ocurrido en una panadería donde el dueño no deseo unirse a la huelga, varios huelguistas fueron detenidos. Uno de ellos fue asesinado por la policía. La víctima fue Alfredo Baldeón y su historia se encuentra en el libro “las cruces sobre el agua” de Joaquín Gallegos Lara.
En la tarde del mismo día, los trabajadores iniciaron una marcha pacífica desde la Clínica Guayaquil. La movilización se realizaba para pedir, a través de mediadores, que se liberaran a los compañeros detenidos en esa mañana. Entre 5 000 y 30 000 personas se habían unido a la marcha y se produjeron disturbios en ciertos puntos. Con la orden del gobernador para la liberación de sus compañeros, los huelguistas se dirigieron al cuartel de policía.
Primeros disparos – Masacre Obrera en Guayaquil
Según explican los historiadores Óscar Efrén Reyes y Efrén Avilés de Pino, mientras los manifestantes avanzaban a la locación, sus ánimos se iban intensificando debido a los discursos de los líderes sindicales. Esta actitud se fortaleció cuando se masificó la noticia de que existían actos de represión por parte de la fuerza pública. De acuerdo con una carta escrita por el sacerdote Carlos D. Cobo en abril de 1923, en medio de las movilizaciones, un grupo de manifestantes en la calle Olmedo desarmó a un policía y a 14 militares, quienes custodiaban una mesa electoral. Este suceso, para Miguel Ángel Leal en su texto, produjo los primeros disparos.
Según Metro Ecuador, cuando los huelguistas llegaron al cuartel entre los que habían niños, niñas y mujeres, los policías dispararon contra ellos. pues supusieron que el pueblo planeaba tomarse el cuartel. Posteriormente, más de 2 000 militares armados se unieron a los policías y dispararon sin descanso contra los participantes de la marcha. Frente a la desesperación de los ciudadanos, varios acudieron a saquear locales comerciales con el objetivo de encontrar armas y herramientas para poder defenderse y protegerse. Mientras que otros trataban de ayudar a sus compañeros.
Muchos obreros y trabajadores fueron rodeados y asesinados alrededor de la ciudad, a las afueras de plazas, almacenes y viviendas. Los intentos de los ciudadanos por defenderse de la Fuerza Pública fueron inútiles, de tal manera que no hubo registro de bajas en el ejército.
Alejo Capelo, líder sindical y testigo de los hechos, relata que aparentemente civiles de clase alta se unieron a los militares y atacaron con disparos desde sus casas a los manifestantes. Según el relato de Capelo, estas mismas personas aplaudieron el actuar de la fuerza pública. mientras recorrían las calles marcadas con sangre de las víctimas.
Incontables víctimas
No existe un registro oficial del número de víctimas, algunas fuentes dicen que fueron un centenar de muertos. Mientras que otras cifras más altas llegan hasta 500 personas. No obstante, historiadores y medios de prensa afirman que el número de víctimas se acerca al millar. Esta complicación se debe a que muchos de los cuerpos fueron enterrados en fosas comunes, bajo control de la misma Fuerza Pública.
El escritor guayaquileño Joaquín Gallegos Lara corroboró que los militares no permitieron el acceso de los familiares a estas fosas, por ende no hubo reconocimiento de cuerpos. Además, relata que algunas personas todavía se encontraban con vida, sin embargo, el mismo ejército impidió que se les brindara ayuda. Otros cuerpos levantados fueron arrojados en camiones al Río Guayas, así lo denunció el diario El Universo el 18 de noviembre de ese año.
Posterior a la masacre, al gobierno siguió un juicio penal en contra de los manifestantes sobrevivientes, responsabilizándolos de los actos violentos. El juicio llegó solo a etapa sumarial. Por otro lado, José Abel Castillo, director de El Telégrafo, fue desterrado y se vio obligado a exiliarse en Alemania por condenar la masacre a través de una editorial.
Importante recordar de la Masacre Obrera
Conmemorar y hablar de estos eventos históricos, brindan un panorama de todos los obstáculos que la ciudadanía tiene que superar para lograr sus derechos. Es fundamental tenerlos en cuenta, pues nos permiten ver más allá de lo que tal vez en ese tiempo se veía. Muchos de los ciudadanos desde una posición de privilegio consideraban que el actuar de la Fuerza Pública era correcto. Actualmente, se reconoce que en realidad los obreros y trabajadores exigían lo que por ley los empleadores estaban obligados a cumplir. A través de la historia, la militancia y movilización social ha trascendido a cambios dentro de las leyes. Hacen visibles las necesidades y problemáticas de una población.
Salir a las calles, es luchar por una causa, arriesgarse a una reacción por parte del Estado en contra de un derecho, que es la libertad de expresión. Han pasado 99 años de la masacre obrera, no obstante la historia de represión y el estigma hacia la militancia no ha cambiado mucho.
Para rememorar esta fecha y a las víctimas, se creó la costumbre anual de lanzar cruces y coronas en el Río Guayas.