Magíster en Estudios Latinoamericanos mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social. Analista en temas de comunicación, política y elecciones. Articulista de los medios digitales: Revista Plan V, Ecuador Today, Revista Rupturas, Diario del Norte y La Línea de Fuego.
El Ecuador que gobierna el presidente Guillermo Lasso está solo en su imaginación y quizá en la de algunos de sus asesores y ministros, o tal vez forme parte de alguno de los novedosos mundos paralelos o “multiversos” que se encuentran tan de moda en las películas de ciencia ficción.
En efecto, el presidente alude a un país en el que la mayoría de los ecuatorianos quisiera vivir: bonanza, paz, inversión, republicanismo, democracia y sobre todo esperanza. Sin embargo, para los ciudadanos la realidad real es otra cosa.
Tenemos un Estado que pugna por no perder su soberanía ante la ola de violencia desatada entre bandas dedicadas al narcotráfico. Un sistema carcelario anacrónico y deplorable sobre el que no se tiene mayor control. Un sistema de justicia que opera como tentáculo de la política y del caudillo sin patria (Rafael Correa) que convirtió “entre gallos y medianoche” al número dos de la delincuencia organizada (Jorge Glas) en “héroe” y “víctima”. Recursos legales que se entregan de manera antojadiza a gente de la peor ralea. Una elite legislativa jactanciosa por ser anti-democrática y de baja calidad. Instituciones y organismos de control que no se renuevan por conflictos de intereses entre los múltiples actores involucrados. Un país que eleva a política pública los credos personales de quien lo gobierna, mientras los distintos tipos de violencias contra niñas y mujeres indignan a todo un pueblo.
Nadie dijo o pensó que sería sencillo afrontar un desafío tan grande como el liderar la recomposición del Estado republicano, sobre todo por la complejidad política, social y económica en la que nos encontramos; producto de una década de cinismo, corrupción y saqueo correísta revestido del más burdo de los populismos.
Al menos se esperaba que Lasso asuma con más coherencia y menos pasividad el anhelado cambio que tanto se anunció en campaña y que hasta la fecha es la gran promesa fallida del régimen. Es más, el propio presidente de la República se convirtió en tan poco tiempo en el principal contradictor de su propio plan de gobierno. ¿Dónde quedó el guion de la campaña electoral? ¿Dónde está la democracia como propuesta disruptiva frente al autoritarismo? ¿Dónde está la anunciada lucha contra la corrupción?
Estamos a pocos días de que el presidente Lasso cumpla su primer año de gobierno y la única certeza que tenemos los ecuatorianos es que al régimen no le incomoda cohabitar con el correísmo. ¿Ingenuidad? Para nada.
Contar con un ex funcionario de Correa (entre otros), el actual ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, dice mucho en política. La presencia de Jiménez en un ministerio clave es la forma con la cual el gobierno reconoce la fragilidad que tiene para preservar su existencia en lo que le resta de gestión. Y es que Lasso ha dado muestras de que administra –de tumbo en tumbo– al gobierno y al Estado; pero los hilos de la gobernabilidad, las reglas del juego político, las sigue imponiendo el correato.
¿Con qué autoridad moral se puede gobernar un país cuando se pretende enterrar en una fosa común la voluntad que la mayoría de los ciudadanos consignaron en las urnas? Es importante recordar –sí, recordar– que los ciudadanos votaron por Lasso en franca oposición al correísmo. No por un “encuentro” con la impunidad, mucho menos por pactar las condiciones de la gobernabilidad en el país.
El estado de descomposición institucional del Ecuador es real e incuestionable. ¿Cuál es la estrategia para remediar esto? ¿Ceder ante el correísmo y sus aliados? ¿Sacar a escena pública distractores cansinos y peligrosos como la no obligatoriedad del uso de las mascarillas o los conflictos, con un Leonidas Iza que prefiere operar a través de sus legisladores en la Asamblea? ¿Espectacularizar los dimes y diretes machistas con Jaime Nebot? El Ecuador requiere liderazgo y el gobierno del presidente Lasso necesita con suma urgencia una re-estructura no solo para re-enrumbar al país por el camino democrático que ofreció en campaña, sino y sobre todo para que este gobierno y su máximo representante no se conviertan –por sus acciones y omisiones– en los principales promotores de un posible retorno del autoritarismo correísta a Carondelet.
El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.
La Disputa, visita nuestras redes sociales:
https://www.facebook.com/ladisputaec
https://www.instagram.com/ladisputaec/
Encuentra otros artículos del autor -> Alfredo Espinosa