YO… ¡SER HUMANO!

Cuento de la vida

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Creyente, profesional, emprendedor y cafeinómano. Trabajo por ser empático, solidario y justo. Mi fin último: trascender.

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Hace algunos días terminé de leer un libro del que quedé encantado, su nombre es “Yo… ¡Cocodrilo! (Un cuento de negocios)” escrito por Juanma Opi. Su narrativa es muy sencilla y práctica, inclusive algo cómica, porque a través de pasajes comunes de la vida de las personas y de los animales nos pone de manifiesto el comportamiento que tienen los seres vivos, tanto racionales como irracionales. Aquellos que piensan y analizan, y los que se dejan llevar por el instinto y reducido cerebro y capacidad de raciocinio.

Se trata de una analogía de la vida de dos personajes interesantísimos: un cocodrilo llamado Bolso y un humano llamado Deleite. Todo gira en torno a su forma, estilo, vida y a su capacidad de tomar decisiones que marcan el antes y el después en su historia.

Los seres vivos como tales tenemos ciclos de vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Entre cada ciclo hay eventos que hacen que la vida tanto de los seres humanos como de los animales se vuelva un éxito o un fracaso, o al menos eso nos han hecho creer desde que estamos en el vientre de nuestras madres.

¿Cuál es el objetivo en nuestra vida? Desde que nacemos ocupamos un lugar en el espacio que lo marcamos como propio e inalienable. Cuando somos niños nos procuran todo tipo de cuidados, con el fin de crecer sanos, fornidos, aptos física y mentalmente para enfrentarnos a la carnicería de la sociedad que devora a sus miembros como panes.

Es común escuchar en la casa y en los grupos de amigos y compañeros frases como: “tienes que ser alguien en la vida”, como si la mera condición humana no fuese suficiente; “trabaja duro para conseguir tus objetivos”, cuando hay muchos que sin mover un lápiz tienen más de lo que han deseado; “el éxito es lo único que te hace importante”, porque se tiene un concepto errado de lo que es el éxito; “estudia para que ocupes un buen lugar en la sociedad y seas distinguido”, cuando hay muchos que han llegado a ser presidentes con tan solo la educación básica; “el estudio te garantiza el éxito”.

Nada más mentira que aquello, cuando la meritocracia se quedó en papeles y en los requisitos de los manuales; y así, un sinfín de cosas que el cerebro del ser humano se amolda y adoctrina con este tipo de filosofías que marcaran el rumbo de la vida de quienes se la toman en serio, que cuando llegamos a un determinado ciclo de la vida, nos damos cuenta que el solo hecho de vivir, implica tanta responsabilidad en los hombros, en la mente y en el corazón.

Precisamente de esto aborda el libro, cómo el estilo de vida de Deleite, adoctrinado por la educación y filosofía de sus padres, y éstos a su vez, absorbidos por el sistema capitalista. Llega a obtener todo lo que se lo propone, inclusive a costa de pasar por encima de lo ética y políticamente correcto.

Está bien ser buen estudiante, siempre y cuando esa excelencia nos permita ayudar a los demás a ser igual que nosotros. Está bien ser buen trabajador, siempre y cuando esa aptitud nos permita crecer como seres humanos, a nivel organizacional y social. Mejorar nuestra calidad de vida en todo el sentido de la palabra. Está bien llegar a ocupar puesto de mucha importancia, siempre y cuando nos pongamos al servicio de la comunidad y coadyuvemos al desarrollo y crecimiento de las empresas y del país en el que vivimos. Está bien llegar a ser un político destacado, siempre y cuando esta práctica nos permita ayudar a los más menesterosos.

Bolso también nos enseña muchísimo, quizá mucho más que el mismo Deleite. No todos tenemos las mismas oportunidades de bienestar y mejora en nuestras vidas; quienes sostienen al sistema económico, político y social viven la vida que les ha tocado vivir, sin remilgar, ni esforzarse tanto por alcanzar las metas o el éxito que se exige, que dadas las precarias condiciones, resultaría  imposible.

La vida consiste en saber adaptarse a las condiciones en que nos encontramos, hacer buenos amigos por donde vayamos. Vivir con lo que el entorno y la naturaleza nos provee, idearnos formas éticas de vivir dignamente, cuidar la salud y el estado emocional, respetar el entorno del otro y hacer de la ética, la moral y la templanza una forma de vida.

Al menos Bolso nos da cátedra de aquello, porque él, aprendió mucho más en la Universidad de la Vida, que en los laboratorios universitarios y en los entornos organizacionales. Al final de cuentas, no seremos más que un instrumento para el goce y deleite de los que vienen atrás. Quienes acaparan a caudales saben mucho de lo que digo.

Si tan sólo las empresas supieran el verdadero valor que tienen, quizá habría más justicia, equidad y racionalidad en el uso y explotación de los recursos. Si tan sólo el ser humano supiese su verdadera misión en el mundo, quizá habría más empatía, compasión y amor por el otro. Creo que en eso reside el problema: que perdemos el foco del sentido de la vida. Siempre se malversa la recta intención por la cual fueron creadas todas las cosas. Aparece el mal: la avaricia, la codicia, el egoísmo.

Más que un cuento de negocios, el libro nos da las pautas para hacer el negocio de nuestras vidas, que nada tiene que ver con el dinero ni los éxitos que logremos, va más allá. La muerte es inminente y de eso, Bolso y Deleite, también nos dieron lecciones importantes.

Los detalles exquisitos del libro me los reservo, para no hacer perder el gusto a quienes no lo hayan leído y tengan el interés de hacerlo.

El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.

Encuentra otros artículos del autor -> Álvaro Peña

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