Naturalista, animalista y activista. Autor de mi propia historia. Soy un alma vieja que anuló el ego para evolucionar en un nuevo ser humano. Mi aporte a la sociedad está en la empatía, ser buena persona y ponerme a diario el uniforme de piel humana. El autoconocimiento y la sabiduría son una lucha constante.
Pensemos por un momento en un niño que atraviesa por alguna enfermedad o abuso, o que en el mundo hay pobreza, hambre, corrupción, violencia y guerras ¿Somos conscientes que hay cosas que suceden por desconocer y vulnerar las leyes universales? Por más negativo que parezca, alterar el orden universal genera todos los males de la humanidad.
La vida no nos da «en bandeja de plata» todo lo que queremos, ni nos consciente todos los caprichos. Pasa lo que tiene que pasar y cada quién viene con su «mochila» de experiencia. Inconscientemente desobedecemos la ley y eso siempre tendrá causas y consecuencias. Aunque cueste aceptar, todos los seres humanos, sin excepción, estamos aquí y ahora para aprender y evolucionar. Ahí está la razón de ser por la que estamos en el plano físico.
Esta ley proviene del Kybalión, un documento publicado en 1908 por el autor William W. Atkinson, donde se establecen las siete leyes universales: mentalismo, correspondencia, vibración, polaridad, ritmo, causa-efecto y género. Este artículo se centra en la ley de la correspondencia. Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera; lo cual siempre va a condicionar la parte física, mental y espiritual. También se conoce como ley espejo, o sea, lo que observas externamente como realidad, sólo es tu forma de apreciar la realidad.
Puedo citar un ejemplo: lo que opinas del vecino, no es quien sea tu vecino, sino lo que percibes de él, y eso condiciona tu vida. Si quieres que tu vecino cambie, deberás cambiar tu percepción de él. Este principio determina el curso de las cosas y de las personas, da sentido al trajinar de la vida y nos libera de muchas cargas. Erróneamente, pensamos que todo lo que nos acontece es injusto, pero sólo son falsas creencias de culpabilidad, injusticia y victimización. Detrás de una situación, fácil o difícil, hay una finalidad. Todo pasa en la medida justa y necesaria. Los conflictos se generan porque la mente está llena de ideas preconcebidas que contradicen esos principios universales.
Muchos problemas están relacionados con el ego que sólo le gusta obtener lo que quiere. Buscar en esta ley nos libera de limitaciones mentales y nos ayuda a afrontar la realidad. El ego va en contra de la ley, porque nos conduce a hacer cambios externos, cuando lo que necesitamos es hacer cambios internos y en ese intento nos satura con más dificultades.
Al desarrollar un desbloqueo mental no tengo que modificar a nada, ni a nadie. La transformación está dentro de uno y tiene que ser espontánea. Al renunciar a cambiar a los demás, los acepto, dejo de luchar contra ellos y evito el sufrimiento. No es resignación, ni conformismo, es comprender. Luchar contra esta ley arrastra más problemas, pues muchas veces forzamos situaciones que no son correspondidas, causándonos más frustraciones. Si hay correspondencia, todo fluye, en su defecto, habrá trabas e impedimentos.
La terquedad del ego no deja avanzar hacia el entendimiento. Con constancia y perseverancia se cumplen los objetivos, pero también hay que dejar la testarudez y hacerse a un costado si la reciprocidad no se manifiesta. El egocentrismo nos deja «sin pan, ni pedazo», mientras gritamos a los cuatro vientos que la vida es injusta.
Las adversidades traen consigo una lección de transformación interna para despertar y reconectar. El punto es sacar ventaja de las dificultades, asumiendo con sensatez el por qué y para qué nos ocurre una determinada situación. Es ahí cuando, la existencia adquiere un significado valioso, es mirar en el pasado y agradecer por las enseñanzas obtenidas en momentos de oscuridad, sabiendo que, a pesar de todo, fue necesario para avanzar.
La Ley de la Correspondencia está involucrada con el desarrollo espiritual y evolución de la conciencia, también está el karma como el destino que nos toca y el dharma como el propósito de vida. El ego es incapaz de comprender que todo pasa por algo y es necesario para quien lo experimenta. Al buscar lo que no tenemos, restamos valor y desaprovechamos lo que está a nuestro alcance. Es imprudente buscar lo que no se necesita o perder lo que debemos atesorar. Si hay reciprocidad, lo conservamos y si no, lo perdemos, así de simple.
La Naturaleza es un ejemplo perfecto de reciprocidad por ser el centro donde se alberga la vida humana, los animales, las plantas, las montañas, el sol, los minerales y los microorganismos. Desde los seres más evolucionados hasta los más diminutos, todos cumplimos un papel específico y todo está conectado entre sí. Las acciones humanas infringen las leyes de la naturaleza generando impactos negativos para nosotros mismos y para excusarnos le pusimos el nombre de «desastres naturales».
Toda acción genera una reacción, es decir, nuestros actos siempre van a determinar la manifestación de la ley. Como especie humana desconocemos que poseemos enormes cualidades, pero no estamos en capacidad de manifestarlas. Necesitamos pensar diferente de lo que nos enseñaron, aprendiendo a desaprender; aprendiendo a enseñar.
El hombre está basado en ideas equivocadas que rigen cada uno de sus actos. Hemos olvidado nuestra verdadera naturaleza y también el actuar en concordancia con ella. Esa esencia está justo dentro de uno mismo. Por más millones de años de supervivencia que tengamos, necesitamos construir una civilización más elevada como nunca ha existido. Estamos aquí por un motivo, hay una misión que cumplir. En esa línea de tiempo, la humanidad no ha cambiado mucho, como tampoco han cambiado los errores generacionales cometidos, solo nos hemos adaptado a las condiciones que nos rodean. Se ha avanzado tecnológicamente, pero no espiritualmente. Urge un despertar en sabiduría.
La Ley de la Correspondencia ayuda a cuestionar los viejos dogmas y a sanar traumas. En esa sincronicidad, no existen coincidencias solo causalidades. En cada paso que damos, vamos creando una realidad. Si queremos que cambien los frutos, tenemos que cambiar las semillas que sembramos en la mente.
La consciencia es similar a una oruga que se forma hasta llegar al estado de mariposa. Dado que el sistema educativo no nos enseña de autoconocimiento, ni de desarrollo espiritual, a la mayoría nos toca graduarnos por cuenta propia en «la escuela de la vida» soportando desgracias, depresión, apatía, indiferencia, arrogancia, etc.
Va contra la Ley evitar las experiencias necesarias para desarrollarse. Dificultar los procesos de aprendizaje, a pesar de tener buenas intenciones, impide el crecimiento personal y la superación de los conflictos. Para que la correspondencia sea satisfactoria, hay que dejar de interferir en esos procesos, asumiendo las funciones que competen a cada uno. No hay nada injusto, todo lo que pasa en la vida nos pertenece por correspondencia y no podemos culpar a nada, ni a nadie, tampoco a uno mismo.
Los despiertos afrontan la vida desde su experiencia personal y respetan los procesos del resto. No son indiferentes, ni se indignan, son neutrales porque comprenden que cada quién es dueño de sus vivencias y eso no quita brindar un aporte que ayude a resolver los problemas del otro. Los neutrales son conscientes de las leyes que rigen el universo, los indiferentes las ignoran por completo. La reciprocidad es de ida y es de vuelta.
Hay una frase que dice: «manos que dan reciben», pero también hay manos que sólo les gusta recibir, sin dar nada a cambio. Para las Leyes Universales no hay buena, ni mala suerte, simplemente son leyes que rigen todo lo que existe y sucede. Dejando que todo fluya podremos salir airosos, solo así la sociedad actual y las nuevas generaciones seremos pioneros, altruistas y guías para las futuras generaciones.
La Disputa, visita nuestras redes sociales:
Encuentra otros artículos del autor -> Andrés Ojeda
El medio de comunicación no se responsabiliza por las opiniones dadas en este artículo.